Una de las más grandes discusiones en la historia del hombre ha sido la interpretación de la Biblia, desde el punto de vista científico ha sido motivo de contradicciones y coincidencias entre científicos y teólogos del mundo; sin embargo, es interesante mencionar cómo la Biblia se adelantó a acontecimientos científicos que fueron demostrados muchos años después.
La Biblia no es un libro científico estrictamente, pero contiene información exacta desde el punto de vista científico. En sus páginas hay una luz que nos hace comprender la verdad científica; por ejemplo, los humanos muchos años atrás imaginaban que la Tierra era un objeto plano; sin embargo, en el Libro de Isaías (40:22), versión Reina Valera, se dice: «Él está sentado sobre el círculo de la Tierra»; y en Job 26,7: «Él extiende al norte sobre vacío, cuelga la Tierra sobre nada»; es decir, que la Tierra flota en el espacio, pero fue siglos después que Eratóstenes de Cirene (284-196 a. C.) mediante el cálculo del radio propuso por primera vez que la Tierra era redonda.
Científicos han confirmado que el cuerpo humano posee 28 elementos que forman la Tierra, y ese es el polvo con el que Dios creó al hombre; es decir, los 28 elementos orgánicos que habla la ciencia. En el Libro de Jonás se mencionan montes y cordilleras debajo de los mares (2,6) y solo hasta hace unas décadas con la tecnología submarina fue capaz el hombre de llegar a profundidades abismales, en las que existen montes y cordilleras, incluso hoy se tienen mapas precisos del suelo submarino.
El científico Galileo Galilei descubrió en el siglo XVII, mediante un experimento, que el aire tenía peso, pero muchos siglos atrás Dios ya se lo había revelado a Job: «Porque él mira hasta los fines de la Tierra y ve cuanto hay bajo los cielos. Al dar peso al viento» (28, 24-25). También, otro hecho fundamental de la rotación de la Tierra, el Señor Jesucristo en Lucas 17,34-36 dijo que en su venida, algunos estarían durmiendo en la noche, mientras que otros estarían trabajando durante el día. Una clara evidencia sobre el movimiento de rotación de la Tierra que da lugar al día y a la noche de una manera simultánea en diferentes lugares.
Friedrich Wolff, en el siglo XVIII, introdujo la teoría de las células en un principio no diferenciadas, pero se diferenciaban para producir los tejidos y órganos, tal como se narra en «tus manos me hicieron y me formaron, me vestiste de piel y carne y me tejiste con huesos y nervios» (Job 10, 8-12). La Biblia establecía también que las normas higiénicas protegen la salud, la ley de Dios obligaba a los israelitas a lavarse las manos y poner en cuarentena a los que contraían una enfermedad contagiosa y a deshacerse de forma adecuada de los excrementos humanos (Deuteronomio 23-13, y Levítico 13,1-8).
En Abdías 1,4, el Señor dice: «Si te remontases como águila, y aunque en las estrellas pusieras tu nido, de ahí te derribaré, dice Jehová», ya como una premonición profética de que un día el hombre iba a llegar a la Luna y colonizará planetas como Marte y Venus.
En Nahúm 2:4, la Biblia hace referencia a carros que se escucharán como estruendos en las plazas, rodarán por las calles y su aspecto será como antorchas encendidas y que corrían como relámpagos, ya haciendo alusión de los vehículos y el transporte moderno.
Después de este análisis lo que sí podemos concluir es que la Biblia es el verdadero testimonio de nuestro Creador, que nos dice cómo se creó la Tierra, los diferentes géneros de vida, los fósiles, las capas de roca y, de hecho, el universo. Aunque la Biblia no es un libro de ciencia, sus enseñanzas concuerdan con los descubrimientos científicos que difieren mucho de las ideas que había en la época en que se escribió.
Está comprobado que el siglo XX ha sido el siglo de grandes inventos y desarrollo científico. En el siglo XXI, vemos todos los días descubrimientos y grandes avances en la tecnología; la ciencia se ha multiplicado hasta el punto de clonar animales y querer clonar humanos, disponer de esto como si fuera Dios. En la visión de Daniel, el ángel que le reveló las profecías de los últimos tiempos le dijo: «Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin, muchos correrán de aquí para allá y la ciencia aumentará» (Daniel 12,4).