Sabemos que toda coyuntura política tiene su fundamento en la estructura económica de una sociedad, aunque la relación entre ambos aspectos no sea siempre visible. En todo caso, para aproximarse a la comprensión de las luchas políticas, conviene siempre tener en cuenta que en toda sociedad humana funciona una especie de arquitectura en donde, por un lado, está la base económica de la sociedad, sus fuerzas productivas y sus relaciones de producción; y por otro lado, funciona un conjunto de aparatos con concentraciones de poder que comprenden al Estado mismo, los diversos aparatos ideológicos de Estado, como la escuela, la iglesia, el deporte, las religiones, el arte. Ambos mundos, el de la base económica y el de la superestructura política e ideológica, se necesitan mutuamente y funcionan con encuentros y con desencuentros. Y es abundantemente cierto que para entender una sociedad o para aproximarse a su comprensión se requiere de la reflexión sobre estos aspectos.
En nuestro país, el Gobierno establece una nueva moneda, no cambia una moneda por otra, como se hizo hace 20 años al imponer el dólar a sangre y fuego. Se trata de una moneda que forma parte de un extenso grupo de monedas llamadas criptomonedas. Aparentemente, se trata de una decisión económica que tendrá impacto en las compras y ventas de los mercados; en realidad, es una decisión que forma parte del universo financiero de la actualidad.
En este mundo de hoy, el reinado total y absoluto del dólar, impuesto después de la segunda guerra mundial, allá por 1948, permitió a Estados Unidos convertirse en el imperio dominante y en el dueño de la moneda que todos usaban forzosamente, sosteniendo así la economía estadounidense. Ese mundo empezó a ser erosionado lenta pero inexorablemente, y muchas fiestas estadounidenses se han ido convirtiendo en desagradables velorios.
Así les pasó con China cuando decidieron convertir a este país en el reino de las empresas estadounidenses listas a explotar una mano de obra abundante y barata. Usando a China como enanito del jardín, que siendo hombrecitos de mentira, pequeños e inofensivos adornan los jardines. Pero, de repente, ese enano de jardín creció y llegó a ser más grande que las empresas gringas, y todo frente a sus narices. Lo mismo les ocurrió con la Unión Soviética, y cuando esta se derrumbó, soñaron de nuevo con las inmensas riquezas de su territorio y con el mercado listo para comprarles sus mercancías. El ascenso de Rusia y su fuerte papel en la escena mundial terminó con estos sueños.
América Latina es otro escenario donde el reinado del dólar tropieza con tormentas políticas que son manejadas cada vez más por la voluntad de sus pueblos.
En este mundo revuelto y del seno mismo del capitalismo triunfante aparecen iniciativas también capitalistas que muestran capacidad para escapar y eludir las amarras del dólar, el control de sus bancos y el influjo de sus mercados.
En el reinado del dólar aparece el dinero digital y luego aparece lo que se llama criptomoneda, que es otro juego dentro del mundo capitalista, pero con otras reglas, otras lógicas y aparentemente otros controles.
Es la primera vez, en los dos años de Gobierno, que se adopta una política vinculada directamente a la vida diaria de la gente. Ya no se trata de confrontación adentro del sistema estatal ni de la construcción de nuevas correlaciones de fuerza. Tampoco se trata del juego político. Se trata de nuevas reglas que se han de corresponder con el nuevo juego que se está construyendo.
En ningún tema anterior, el ataque de la oposición había sido tan feroz, tan unificado y tan vinculante de lo interno con lo externo, mostrando la gravedad del golpe dado y del golpe recibido, anunciando las peores catástrofes y encubriendo, eso sí, la defensa del dólar, como si este estuviera amenazado, la defensa de las instituciones bancarias de control, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la defensa de una nebulosa seguridad del país ante la predicción del lavado de dinero, de narcotráficos y hasta de quiebres económicos para el país.
Se mantiene el discurso de la oposición sobre la democracia, el Estado de derecho, los derechos humanos, la Constitución y el debido proceso. Hay que reconocer que, hasta ahora, este último bloque de discursos se ha mantenido inalterable, con mucho fervor y confianza; sin embargo, todo este discurso omite que la moneda que ofrece mayor peligro resulta ser el dólar, porque hasta ahora toda forma de lavado se hace en esta moneda, el narcotráfico usa la misma moneda, las estafas, también los quiebres bancarios se dan en la misma moneda, y la moneda bitcóin, ante la cual estos sectores dolaristas hacen cruces de ceniza, expresan una manera nueva de entrar y salir de las riquezas capitalistas y para nuestro país, sin planta industrial y en búsqueda de mercados, una moneda diferente puede ofrecer salidas diferentes.
Hasta ahora es notable cómo los grandes beneficiarios del mundo del dólar, en el cual nuestro país se ha hundido en grandes océanos de pobreza y mínimos páramos de riqueza se muestran desacostumbradamente alarmados por la decisión tomada. Los sectores banqueros locales han optado por la cautela y prudencia sin hacer sonar tambores de guerra; sin duda, calcularán poder participar ventajosamente en el nuevo proceso que se puede abrir. La banca internacional tampoco está, por ahora, cerrando ventanas, porque sabe que estas decisiones gubernamentales pueden tener simpatías y conveniencias en otros países; y el ejemplo puede repetirse de manera indetenible en los momentos en que el mundo capitalista occidental ya no es el único y, es más, no es, aparentemente, el más fuerte del mundo capitalista.
Nuestro país ha de tomar decisiones en todos los terrenos, en beneficio y conveniencia de la mayoría de nuestra sociedad humana. Necesitamos sacar a nuestro país del abismo neoliberal en que ha sido metido desde hace más de 30 años, aunque la salida siga situada en el mismo terreno capitalista. El establecimiento de formas diferentes de acumulación que rompan la dependencia de Estados Unidos resulta ser irrenunciable. Este proceso comprende a toda Centroamérica, dado que cada uno de nuestros países por separado difícilmente podrá salir del atraso sempiterno en que están metidos, desde los días de la independencia de 1821.
En este proceso de construcción de nuevos caminos se están usando los mismos paradigmas de occidente. Se trata de la democracia, de la libertad, de los derechos humanos, de la Constitución, de la legalidad, del respeto a la voluntad popular, del pueblo como soberano. Todo este discurso repetido hasta el infinito en el discurso planetario de occidente es llevado a su máxima profundidad, poniendo a prueba la veracidad de estos paradigmas y la sanidad de sus olores y sabores, porque resulta ser el pueblo el que respalda con sus votos mayoritariamente expresados todo el proceso político que está avanzando.
En toda Centroamérica es, el de El Salvador, el Gobierno con más estabilidad y el único que goza de un abrumador respaldo de los votantes; de tal manera que para nadie resultará fácil hablar de antidemocracia y de falta de popularidad, aun cuando se cambia el juego y las reglas con que se juega ese juego.
Por eso la coyuntura abre sus puertas a nuevos pasos gubernamentales para abordar los puntos más cruciales del programa político, en nombre del cual el pueblo respalda al Gobierno. Este es el momento propicio para entrar en ese terreno programático.