El rostro de nuestros niños, adolescentes y jóvenes que asisten semipresencialmente a las escuelas transmite sentimientos de alegría y esperanza. No hay nada más poderoso que las sonrisas que conquistan tus emociones y que revalidan tu compromiso de trabajar desde tu trinchera en favor de las nuevas generaciones.
Las escuelas están de fiesta por haber regresado y no importando si son rurales o urbanas, están aplicando las medidas de bioseguridad y desarrollando las actividades socioemocionales y curriculares necesarias para beneficiar la continuidad educativa de la población estudiantil.
La amarga pero sensata espera de regresar a las aulas ante la amenazante crisis sanitaria, ha valido la pena, porque desde las paredes azul y blanco se continúan construyendo oportunidades de superación para los estudiantes y sus entornos comunitarios, que mediante la educación caminan hacia la ruta del desarrollo humano. Pero este desarrollo solo puede ser alcanzado si todas las familias se suman decididamente en esta emocionante aventura.
En la actualidad, hay muchos esfuerzos que seguir emprendiendo para garantizar el derecho a la educación de la población escolarizada que se enfrenta a la pobreza, la violencia, la migración irregular y la brecha digital como consecuencia de las problemáticas heredadas del pasado. Pero también es importante prestar atención a las personas que están fuera de la escuela, porque transitan cuesta arriba la ruta hacia el desarrollo. Esta población en edad escolar de cero a 18 años fuera del sistema era del 39 % en 2018, según el Ministerio de Educación.
La tarea que recae en nosotros es desafiante pero posible: toda persona en edad escolar debe ingresar o reingresar al sistema educativo. Para ello, cada uno de nosotros, ciudadanos, funcionarios y entidades públicas y privadas tanto nacionales como internacionales podemos contribuir a que miles de personas superen las barreras estructurales que afectan el goce de este importantísimo derecho.
No importa lo que tengamos que hacer, hay que trabajar unidos para que la infancia y sus familias tengan la oportunidad de recibir el futuro con entusiasmo, esperanza y, sobre todo, con habilidades y competencias ciudadanas para la vida.
La educación es el único medio que nos permite crear los entornos adecuados para desarrollar al máximo el potencial humano y productivo de las sociedades de acuerdo a sus necesidades y prospectivas para el futuro. Es momento que El Salvador honre la responsabilidad de abrir puertas para el desarrollo humano de toda la población.
Las lecciones aprendidas recientemente en materia educativa también nos obligan a equiparar de oportunidades a los más vulnerables, a priorizar el aprendizaje presencial siempre y cuando el contexto sanitario lo permita y a reducir la brecha digital que socava la transformación digital que necesita nuestra sociedad.
Cada emoción, sentimiento y acción promovida desde tu espacio de influencia en favor de la educación salvadoreña cuenta. Las emociones nos permiten tomar decisiones que derivan en acciones concretas. La educación es un derecho que debe ser elevado como la máxima prioridad política y social, si queremos avanzar hacia nuevos horizontes.
No perdamos de vista que la mayor riqueza está en nuestra gente y es la gente misma la que multiplicará el verdadero espíritu y sentimiento de un mejor porvenir.