No existe ninguna duda desde la criminología y la evidencia científica que la primera infancia es un período de especial sensibilidad a los denominados factores de riesgo; en particular, los bebés y los niños son altamente vulnerables al riesgo de la violencia por parte de sus padres y cuidadores, así como de miembros de la familia debido a que son dependientes en su medio ambiente que los rodea en el hogar y la comunidad. Y qué decir de los niños y niñas expuestos a una disciplina violenta, sin duda que evidencian niveles de baja autoestima y desarrollo socioemocional, y estarán más propensos a mostrar comportamientos violentos hacia otros niños y adultos.
En un país como El Salvador donde 53 % de la población total son mujeres, —que para 2021 se estima en 3,612,657— con un alto porcentaje que son lideresas de sus hogares, a esto debo agregar que en la década anterior muchos matrimonios y uniones libres permanecieron bajo el mismo techo menos de tres años; esto nos indica la grave crisis de muchas familias salvadoreñas, de los divorcios no se excluyen las parejas con formación y principios cristianos. La familia solo la atienden las iglesias, no hay instituciones que ayuden, capaciten y adiestren a las familias. En este escenario, las madres en El Salvador han jugado un papel vital en la educación y en la prevención de la violencia en nuestro país.
La protección de la niñez contra la violencia como en su desarrollo en la primera infancia son cimientos y fundamentos del desarrollo humano. Por esta razón están incluidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La labor de las madres en nuestro país es más que loable, son una bendición para nuestra sociedad, ya que no solo se convierten en el sostén de la mayoría de las familias en El Salvador, ya que lideran las microempresas y emprendimientos familiares, recae sobre ellas la educación, los cuidados, el sostenimiento económico, la diversión, la formación espiritual. Luego de extenuantes jornadas de trabajo, siempre hay tiempo para revisar tareas, para compartir en familia y brindar amor, sacrificando sus intereses personales.
La primera infancia ha sido olvidada por los gobiernos y un grave descuido del Estado salvadoreño, promesas han llegado y se han ido; por eso saludo y me alegra en sobre manera todos los proyectos en los que está trabajando e inaugurando la licenciada Gabriela de Bukele que desde la Secretaría de la Familia está trabajando por la primera infancia. La verdadera prevención de la violencia inicia en casa, y con el apoyo, asistencia, atención de estos proyectos presidenciales podemos pensar y creer que tendremos una primera generación con una educación integral diferente.
Soy un hombre bendecido porque los cuidados integrales y el amor en mi niñez estuvieron a cargo de mi mamá, de mi abuelita y de tías que fueron un complemento a la formación primaria en casa. Por eso soy testigo y testimonio de lo especial que representa la figura de mamá en la primera infancia.
Cuando pienso en mi niñez y en mis mejores recuerdos siempre están mi madre, mi abuela, mis tías, y ellas también tienen gran cosecha de hijos, nietos y bisnietos. Y esa bendición la puedo disfrutar también como padre al observar a mi amada esposa en su rol de mamá. Considero que el amor de la madre es el más parecido al de Dios por los que somos sus hijos por la fe. Dios bendiga a las madres salvadoreñas, son una bendición y un soporte para la sociedad salvadoreña, verdaderas mujeres virtuosas.