En el siglo XIX, tras décadas de dominio español, las provincias centroamericanas, motivadas por la independencia de Estados Unidos y las ideas de países europeos como Francia, donde se planteaba que cada individuo es igual ante la ley, surgieron rebeliones encabezadas por los criollos con la idea de independizarse de la Corona española. La historia registra que líderes del movimiento independentista centroamericano como José Matías Delgado, José Simeón Cañas y José Cecilio del Valle eran conocedores de las ideas libertarias propugnadas por la Ilustración.
Según historiadores, la invasión napoleónica a España en 1808 significó el colapso temporal de la autoridad real y, al mismo tiempo, fue el inicio del proceso de independencia mexicano y centroamericano. En mayo de 1814, el patriotismo del pueblo español reinstaura en el trono a Fernando VII el Deseado, quien nuevamente da cabida a un régimen despótico, atropellando y reprimiendo los avances que se habían dado para el establecimiento de una monarquía constitucional y dejando en altos cargos a personas afines a su régimen.
En Guatemala, el 28 de marzo de 1817, hubo un cambio de autoridad y Bustamante entregó la presidencia al general Carlos Urrutia y Montoya. Se cerraba así un período de animadversiones entre Bustamante y los criollos de las provincias centroamericanas.
Entre 1814 y 1820, una apacible calma envolvía las cotidianas actividades del reino, lo que hizo presumir que habían sido olvidadas las pretensiones autonomistas.
En 1820, el rey de España, Fernando VII, se vio forzado a restablecer la constitución de Cádiz, implementándose nuevamente la libertad de prensa en Centroamérica. Ese mismo año, el doctor Pedro.
Molina Mazariegos comenzó a publicar «El Editor Constitucional», periódico en el cual criticó al gobierno de la colonia, defendió los derechos de los criollos centroamericanos y promovió la independencia.
En México, la revolución obtuvo un completo triunfo y a través del Plan de Iguala declaró su independencia total de España el 24 de febrero de 1821. La noticia desconcertó a las autoridades españolas de Guatemala y a la vez sirvió de estímulo a la causa independentista salvadoreña y de otros países.
El 9 de marzo, presionado por los liberales independentistas, Urrutia entregaba el puesto al subinspector del ejército Gabino Gaínza, quien experimentó una agitación social, lo que obligó a la diputación provincial a solicitar a Gaínza una reunión para discutir el difícil tema de la independencia. El presidente se reunió con una junta de notables compuesta por el arzobispo, diputados, jefes militares, los prelados de las órdenes religiosas y empleados de hacienda.
En aquella reunión los presentes externaron con libertad su opinión. José Cecilio del Valle tomó la palabra y en un largo discurso demostró la necesidad de la separación de la Corona española, idea que fue apoyada por las voces del pueblo.
Fue así como el 15 de septiembre de 1821 se proclamó la independencia de El Salvador, junto con Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Guatemala, firmando el acta en el Palacio Real de Guatemala.