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Por: Astrid Idalia Rivera, estudiante de la Universidad Andrés Bello
Muchas veces cuando se piensa en cine y películas, en general, la primera idea que se nos viene a la cabeza es el entretenimiento; pero el cine es más que eso. Es una expresión artística y ha permitido que cada país del mundo cuente su realidad, todo ello es parte de la identidad nacional y tiene un valor simbólico invaluable. No cabe duda de que para cualquier país es importante poder contar propias historias, proteger sus tradiciones y resaltar el patrimonio cultural.
A medida que la industria cinematográfica ha ido creciendo en diferentes partes del mundo, el concepto de cine como tal en algunos países ha quedado divagando. Estamos tan acostumbrados al cine de Hollywood que cualquier otra narrativa nos parece aburrida. Hay un fenómeno generalizado y es que la gente no consume producciones nacionales. Lo más triste de ello es que sólo es la punta del iceberg.
Al no existir una industria cinematográfica como tal en El Salvador, es un hecho que la mayoría de personas desconocen de los materiales audiovisuales producidos en el país; además, no es que haya un sitio en que se encuentren los archivos del acervo cinematográfico nacional, y si en algún dado caso hubiese, no serían accesibles para el público.
El cine nacional ha tenido sus épocas de esplendor y otras de oscuridad. En los años de la guerra civil, el cine revolucionario y el documental tuvieron en su mayor apogeo, logrando el reconocimiento del público y la crítica a nivel internacional; sin embargo, con la llegada de la Firma de los Acuerdos de Paz no solo se acabó con la guerra sino también con el cine salvadoreño.
El cine documental logró un desarrollo más destacado en El Salvador por lo que actualmente se siguen realizando materiales de este tipo y, a pesar de que se continúa en la lucha, el panorama cinematógrafo en el país no es el mejor. Somos uno de los países con el índice más precario en la región.
Reformar una cinematografía que se encuentra empolvada y estancada, con escasa producción, un público desinteresado y poco entusiasta, no es tan fácil, diría que es un reto bastante complicado. Una vez escuché que “si la vida no tiene retos no sería tan emocionante”. Hay mucho por hacer, no solo a nivel creativo o narrativo sino también en el proceso de construcción de la educación del público.
En algunas oportunidades he escuchado: “no miro cine nacional”, “no me gusta, es malo” o “no sabía que se hacía cine en El Salvador”. Lo cual me genera algunas reflexiones interesantes, y me pregunto si en verdad las producciones no son tan buenas o somos nosotros lo que cuestionamos por su superficialidad.
Con el auge de la opinión pública, los productos nacionales están siendo continuamente golpeados por la crítica y es que la globalización cultural influye en la insatisfacción y la falta de apoyo ante el reflejo de nuestra cultura, nuestras historias, en las cuales podemos identificarnos y seguir aprendido de ello.
Las producciones nacionales nos proporcionan fragmentos y pequeños vestigios del pasado, y desempeñan una función importante en la promoción y preservación del patrimonio cultural, por esa razón es importante impulsar al cine nacional. Aunque no lo crean, el contar con una industria cinematográfica genera empleo, promueve la innovación y contribuye a la economía nacional.
Las desventajas para crear contenido audiovisual en el país son innumerables, pero el financiamiento es el obstáculo más grande.
Con el paso de los años se han intentado solventar carencias, por ello no se produce algo muy complejo o difícil de llevar a cabo; sin embargo, los creadores con una enorme pasión impulsan sus proyectos y han hecho tangibles sus historias.
En el país falta recorrer mucho camino y debemos hacer conciencia sobre la importancia que tienen las artes, y saber que con poco podemos hacer mucho por el cine en El Salvador.