Hace 17 años, en la UCA, el politólogo Álvaro Artiga nos decía a un grupo de sus estudiantes que El Salvador había iniciado la transición hacia la construcción de una tercera vía, menos ideológica, más pragmática.
En medio del multipartidismo que había vivido El Salvador, era difícil pensar quién podría liderar y ponerse a la cabeza de esta tercera vía. Artiga mantenía, por aquellos años, la tesis de que una tercera vía sería construida por salvadoreños formados en las mejores universidades del mundo y traerían una visión de planificación a largo plazo, probidad, transparencia, que enfrentarían la exclusión y la desigualdad acumulada en 200 años.
Pero también existía la posibilidad de que salvadoreños hijos de migrantes en Estados Unidos y formados en las mejores universidades decidieran volver a El Salvador.
La tercera vía se convertía en una alternativa frente a dos fuerzas muy polarizantes que se repartían el poder, copaban instituciones, legislaban a su antojo, controlan la justicia, los negocios del Estado y terminan tomándolo todo.
El instituto político bisagra en esos tiempos era el PCN; igual pactaba con ARENA y tres años después lo hacía con el FMLN. La «gobernabilidad» tenía precio.
Diez años más tarde aparecieron unas vallas de un joven con barba, imagen despreocupada, camisa remangada. La imagen del «outsider». Se postulaba para gobernar Nuevo Cuscatlán.
En esos años me dedicaba a ejercer la docencia y además trabajaba para un pequeño canal de televisión propiedad de la UFG. Mi esposa me animó a entrevistar a Nayib. «Me genera una buena impresión», me dijo.
Apareció una mañana: traje negro, caminar relajado, teléfono en mano. Sorprendió la seguridad en sus respuestas, el dominio de la política y la visión de cómo llevar adelante un municipio casi sin recursos. A Nayib recuerdo compararle en la entrevista con José María Aznar, de España, en su rápido ascenso a la presidencia española. «Estás equivocado. Yo gobernaré nueve años Nuevo Cuscatlán y luego vuelvo a los negocios, es lo mío», me respondió.
Nayib solo gobernó tres años Nuevo Cuscatlán; luego gobernó la capital San Salvador y ahora es presidente de El Salvador.
Sin pensarlo mucho, abanderó y se puso a la cabeza de la tercera vía. El liderazgo de Nayib es tan fuerte que en cada comunidad con solo mencionar su nombre, a los candidatos de Nuevas Ideas los hacen pasar, les ofrecen mesa y comida.
Con Nayib a la cabeza, Nuevas Ideas está a punto de romper cualquier antecedente en la forma de asignar escaños en la Asamblea.
Nayib enfrentó el muro legislativo bipartidista y ahora los tiene contra la pared. Inteligentemente, interpretó y encarnó la indignación y el rechazo de la gente por la clase política patrimonialista, clientelar, corrupta y abusiva.
ARENA y el FMLN están sin respaldo popular, sin propuesta, sin poder reaccionar. Pero claro, Nayib y Nuevas Ideas, luego de mayo, tendrán más desafíos que ahora. El reto es asumir la agenda que cobardemente anularon durante 30 años: la reforma del sistema de pensiones, una ley de agua, derechos del consumidor, una nueva ley de la función pública, combatir el mal uso del Fodes, fortalecer mecanismos de elección de segundo grado y una verdadera progresividad fiscal.
Solo así habrá existido un quiebre y una razón para impulsar la tercera vía en El Salvador.