Ser enfermera se ha convertido en todo un orgullo para Kristina Ayala, una madre soltera de 33 años que desde el inicio de la pandemia se ha dedicado a apoyar y tratar a pacientes con la COVID-19.
Fue una de las primeras personas en recibir la vacuna de AstraZeneca que fue colocada en la unidad de salud Gerardo Barrios, de San Salvador, hace unos días. Para ella, la oportunidad de contar en el país con la vacuna es «una luz de esperanza» que ayudará a enfrentar la pandemia.
«Gracias al presidente Nayib Bukele, el personal de primera línea del país ya contará con esta vacuna. Eso es una gran bendición de Dios, pero no significa que debamos dejar de cuidarnos. No podemos bajar la guardia ni olvidar todas las precauciones que son necesarias para evitar nuevos contagios», afirmó Ayala.
También asegura que este «episodio» que todavía se está viviendo a consecuencia de la COVID-19 es el peor que como profesionales de la salud han experimentado en los últimos años.
«En un principio se podría pensar que iba a ser algo alarmante, pero no imaginábamos que pudiera suceder algo tan grave. Los pasillos limpios de las unidades médicas comenzaron a llenarse de grandes cantidades de botes de solución alcohólica, guantes y batas impermeables y otros desechos», indicó.
A Kristina le ha tocado conocer numerosas historias de personas que han sido ingresadas en el Hospital El Salvador, donde actualmente labora. Ahí ha visto la fragilidad humana, la gravedad de los casos y las secuelas médicas que han quedado después de que los pacientes resisten al virus. La enfermera confesó que ninguna emergencia tratada hasta el momento en su carrera la ha afectado tanto como los casos de coronavirus.
«Ni el peor paro cardíaco o la cesárea más urgente son comparables a esta enfermedad. No ha sido una tarea fácil para todos los que hemos estado en primera línea con turnos de 24 horas. Ha sido muy doloroso porque veíamos morir a muchos cada vez que entrábamos a turno en el área que nos correspondía. Era impactante ya no encontrar a la persona que el día anterior estábamos cuidando», dijo. Aseguró que una de las experiencias más tristes que ha afrontado fue al inicio de la pandemia, cuando muchos doctores y enfermeros se contagiaron y murieron.
«Era desesperante ver que los enfermeros y doctores empezaron a disminuir porque se contagiaban. Cada día conocíamos a un médico nuevo que entraba a trabajar», enfatizó.
Cuando Kristina entró a trabajar al Hospital El Salvador, le impactó la experiencia de estar en un centro hospitalario con atención exclusiva para pacientes con la COVID-19, con las herramientas médicas necesarias para atender cualquier emergencia y con el acompañamiento de un personal entregado a la labor. «A pesar de la incomodidad de atendera pacientes, vestida como un astronauta durante 10 horas seguidas, con trajes que reducen las sensaciones afectuosas, trataba de siempre estar con los ánimos arriba para alegrarles el día», apuntó
LEA TAMBIÉN: Enfermera salvadoreña sale a trabajar en la bicicleta de su hijo
Ayala asegura que hasta el momento, y a pesar de que todos los días está atendiendo a pacientes contagiados con coronavirus, no se ha infectado ni su familia. Asegura que esto ha sido gracias a los protocolos que sigue a diario cada vez que sale de su trabajo en el hospital y cuando llega a su casa. Para esta enfermera, el miedo a contagiarse siempre ha estado presente; sin embargo, ver a los pacientes luchar por continuar viviendo y resistir a la enfermedad la llena de valentía, humildad y heroísmo.
«El orgullo de que como enfermeros podíamos ayudarle a esta persona a sobrevivir era más grande que cualquier temor», dijo.