Odisea Cinéfila
Nicolás Baires, PRODUCTOR AUDIO VISUAL
El año 2021 terminó y mientras unos discuten cuáles fueron las mejores o peores películas del año, nosotros debemos abordar otro tema de mayor importancia que parece haber calado fuertemente al final de esta pandemia: ¿Pueden las salas de cine competir contra los servicios de «streaming»?
Con Disney y Warner redoblando su apuesta por las plataformas y las salas de cine aún casi vacías ante la pandemia, 2022 debería ser el año en el que sepamos cuánto de los nuevos hábitos de consumo y distribución han llegado para quedarse.
La revolución de las plataformas de «streaming» ha producido un enorme cambio en la forma en la que consumimos contenido audiovisual. También en la manera en que se producen y distribuyen series y películas, en especial en la forma de hacer cine. Este fenómeno, que comenzó a principios de la década anterior y que el confinamiento ha multiplicado, ha conseguido que las ventas en taquillas de cine se hayan desplomado y que el número de usuarios de pago entre las plataformas principales haya crecido un 75.1 % desde el año pasado hasta hoy, pasando de 320 millones clientes de pago a más de 560 en todo el mundo.
Hablando de cine y «streaming», todo parece indicar que al celuloide le quedan todavía muchos años de vida y que podría convivir con el «streaming». Pero ¿cómo es de rentable estrenar una película en una plataforma sin antes pasar por una sala de cine? El problema parece surgir en cuándo lanzar en pantalla grande determinadas producciones importantes y costosas o qué otras producciones poner en marcha directamente en plataformas. Aunque, claro está, aquí son las propias productoras, que poseen la distribución en «streaming», quienes deciden qué títulos se estrenarán antes en la gran pantalla y cuáles no. Todo parece indicar que el futuro de las salas no corre peligro, de momento. El olor de las palomitas y las butacas mantienen su valor al alza.
Sin embargo, el público se ha hecho más selectivo y ya no se desplaza hasta la sala si no existe una motivación lo suficientemente fuerte. Lo vimos recientemente con «Sin tiempo para morir», «Spiderman Sin camino a casa» y «Amor sin barreras». La primera aún se mantiene en salas, incluso después de haber sido colocada en «streaming»; la segunda llamó a la acción a todos los fans del superhéroe para abarrotar las salas de cine indefinidamente y, la tercera que, a pesar de tener un alto presupuesto, haber sido dirigida por el «Midas de Hollywood» y que abordara temas de inclusión, no pudo sostenerse ni siquiera una semana en taquilla.
Ahora es el consumidor quien elige. Los hábitos de consumo cambian, pero también lo hacen los de la producción. La gran demanda exige gran oferta, por lo que las grandes plataformas pelean por generar contenido propio que les distingan. Entre los grandes cambios que han introducido las plataformas están los estrenos. Ahora las premieres de cine se han quedado en poco más que una alfombra roja, mientras que el tipo de estrenos que busca el «streaming» van más allá. Los eventos de comunicación globales, donde el usuario comenta (RRSS) y participa de forma activa, son la forma elegida de presentar una producción al público y de ver (con datos tangibles) resultados de aceptación prácticamente en el acto para su posterior estrategia de posicionamiento, marketing y fidelización.
Lo que importa a este punto es no dejar de comprender el cine por lo que es, una experiencia. No es sólo un distractor del silencio al momento en que cenamos o una excusa para sentirnos acompañados al momento de hacer las tareas de la casa, ya existen programas de televisión que deberían cumplir esa función. Como lo dijera Godard, «el cine no es una técnica, es un arte» y si queremos ser asombrados, encantados y conmovidos, debemos entregarnos a él por completo.
Hay que entender que una solución favorable a «la crisis» no parece darse, a menos que las audiencias reconozcan el factor indispensable que juegan para poder determinar dicho resultado. El público debe empoderarse y exigir, apoyar tanto al cine local y nacional, como a las producciones independientes, hacer un análisis crítico de lo que ve y dejar de consumir por consumir. Ahora es cuando se vuelve crucial el apoyar las iniciativas locales para debatir, analizar o simplemente dar a conocer nuevas películas o revisitar clásicas, un rol que parece que los servicios de «streaming» están dispuestos a controlar, ahora que han anunciado transmitir festivales internacionales desde sus plataformas.
Aún está por definirse el destino del cine, el tiempo nos mostrará quien saldrá victorioso de esta batalla. El medio que lo soporta es lo que está en riesgo por el momento, pero su esencia siempre existirá mientras haya forma de producirlo dentro de la sociedad y 2022 promete muchísimo, con futuros proyectos de Scorsese, Aster, Eggers, Iñárritu y Estrada. Y, seguramente, ya sea en cine o en TV, veremos sus películas, que nos emocionarán, nos cautivarán, nos hablarán en mayor o menor medida, pero sobre todo nos alegrarán al hacernos sentir que el cine no ha muerto.
DePoesía
Por: Roberto Carlos Ángel
No vale andar tan solo por la vida
sin buscar una salida que me lleve a un nuevo amor.
Ni vale recordar tristes momentos
y dejar que el pensamiento me maltrate el corazón.
No vale estar pensando siempre en ella porque ya no es más aquella
la que tanto amor me dio.
Ni vale ya guardar un sentimiento que con el correr del tiempo
se convierte en un dolor.
No vale cuando estoy con otras gentes verme solo y de repente
no saber dónde estoy.
Ni vale ver llegar las madrugadas dando vueltas en la cama
extrañando aquel amor.
No vale andar soñando con sus besos y pensar en su regreso
porque no es la realidad.
Ni vale la nostalgia del pasado cuando ya no está a mi lado
y la tengo que olvidar.