El conflicto en Europa, entre Rusia y Ucrania, levanta oleadas de repercusiones por todo el mundo, que ha contemplado el uso de medidas económicas como verdaderas armas de guerra destinadas a doblegar a un pueblo, al igual que sucede con los bombardeos contra ciudades, hoy y desde hace ocho años en algunas regiones ucranianas.
Europa no ha sido una región exenta del fenómeno de la migración. De hecho, múltiples conflictos en otras zonas del mundo han terminado con oleadas de refugiados, así fueran sirios, africanos o asiáticos, que cruzaban mares y desiertos para llegar a la seguridad del Viejo Continente. Por años hemos visto precarias embarcaciones, conocidas como pateras, surcar el Mediterráneo en busca de las costas europeas. Incluso fuimos testigos, hace siete años, de la icónica y trágica imagen de Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años que murió en las playas griegas. Con él, su familia pereció en la travesía.
Ahora, Europa aparece consternada por la salida masiva de ucranianos, pero en los primeros días de evacuación, centenares de ciudadanos africanos, muchos de ellos nigerianos, se quejaron de no poder abandonar las zonas en conflicto porque la prioridad eran los nativos de Ucrania, en una clara discriminación racial.
Y no solo ocurre en Europa. La frontera sur de Estados Unidos, la que se llena desde hace años con migrantes centroamericanos, mexicanos, caribeños y de otras nacionalidades, también ha sido escenario de un trato discriminatorio similar.
Óscar Chacón, el director ejecutivo de Alianza Américas, una ONG destinada a velar por los derechos de los migrantes en Estados Unidos, destaca que Joe Biden dedicó su discurso a la nación para movilizar a su favor a la opinión pública, al exhibir apoyo a la causa de Ucrania. Ya se aprobó un TPS (Estatus de Protección Temporal) para ucranianos que llegaron a ese país antes del 1.º de marzo pasado y las agencias de noticias divulgaron la imagen de la administradora de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), Samanta Power, distribuyendo comida a refugiados que llegaban a la frontera entre Polonia y Ucrania.
«Nunca vimos a Samanta Power sirviendo comida a los centroamericanos o de otras naciones que tienen atrapados en la frontera de México y Estados Unidos […], son necesidades de carácter humanitario que no podemos negar que nos preocupan, ese contraste de cómo se trata a las personas que salen huyendo de un conflicto en Europa, contrario a cómo se trata a personas que huyen de países centroamericanos. Lucen diferentes, ellos son blancos y nuestra gente no habla inglés ni es blanca», lamentó Chacón.