Hace muchos años, en uno de los periódicos matutinos salvadoreños era prohibido escribir notas favorables a los izquierdistas. Desde su editorial se les tildaba de «rojos» y comunistas «matavacas». El cambio radical de sus escritos se dio cuando la cúpula «roja» negoció con la ultraderecha un sistema político que diera licencia al gran capital para actuar sin control alguno, que encubriera crímenes de guerra de ambas extremas, que les permitiera una alternabilidad bipartidista que engrosara sus bolsillos incluso endeudando al país. Todo encubierto con la capa de la «democracia». ¿La comunidad internacional? Bien, gracias.
Fue entonces que el partido de la exguerrilla comenzó a tener espacios editoriales y de publicidad en campañas electorales. La alternancia en el poder calendarizada entre ARENA y el FMLN no se dio en los tiempos establecidos. Dicen que los efemelenistas no estaban listos y que les era más fácil ser oposición, falsa, por cierto, pues nunca cambiaron la forma de gobernar de areneros, no revirtieron la dolarización ni las privatizaciones, mucho menos aplicaron el «socialismo» que tanto pregonaban en favor del pueblo.
Mientras todo esto sucedía, la repartición jugosa del pastel publicitario oficial mantenía cómodos a los medios de comunicación, incluyendo al periódico anticomunista. Se hicieron del ojo pacho a la corrupción galopante y descarada de políticos, funcionarios, magistrados y jueces que eran serviles del poder económico. Por cierto, tiempo de «mentas» millonarias para algunos «periodistas», la añoranza de dueños y periodistas de sitios web «incómodos».
Por casi 30 años operó ese sistema nefasto bipartidista que protegió a asesinos y extorsionistas del pueblo, a los que ordenaron masacres de inocentes, a los saqueadores de las finanzas del Estado, a los que privatizaron para robar millones de dólares.
Nunca hubo informes «periodísticos» sobre eso. Tampoco pronunciamiento de organismos internacionales, de «derechos humanos» o medios de comunicación internacionales. Porque para todos ellos lo que pasaba en El Salvador era «democracia». La inseguridad, las condiciones paupérrimas de la salud y la educación eran «democracia». Ni siquiera en 2015, que fue el año más sangriento en la historia y que puso al país en el primer lugar de la lista de naciones más violentas en el mundo, hubo declaración alguna.
Pero ahora que se desmontó el sistema fáctico corrupto y asesino, y el pueblo tiene un Gobierno que lo protege, abundan informes internacionales en contra de lo bueno que sucede en El Salvador, el mundo de Arjona.
Estos organismos y medios internacionales toman como «fuente de credibilidad» bazofias de plumíferos de papel y de sitios web que tienen mentes retorcidas, capaces de vender su alma al diablo, varios de ellos «matadores con pluma» y apologistas financiados por empresarios oscuros, evasores con ínfulas presidenciales y por mafias.
Resulta que tener bien puestos los pantalones para terminar con el accionar asesino de grupos criminales que se apoderaron de todo El Salvador es tener un «sistema híbrido». Invertir en salud, educación, empleo, obras públicas y turismo es tener un «régimen dictatorial».
Son tan ciegos que no se dan cuenta de que sus «fuentes de información periodística» son activistas políticos acostumbrados a saciarse de las migajas del poder y que prefieren regresar al pasado para mantener sus estilos de vida a costa de la sangre de los salvadoreños. Y que algunos de esos escribientes tienen expedientes llenos de pruebas de corrupción.
Informes elaborados con letras retorcidas van y vienen, pero la realidad en el país es otra. Señores, ¿no les abre la mente por qué el 90 % de los salvadoreños apoya al presidente Nayib Bukele y quiere su reelección?, ¿no son capaces de visualizar la verdad de por qué la gente honesta y trabajadora no cree en estos plumíferos y personajes con micrófono que han espetado de todo, sin escrúpulos, sin moral, y que ante la falta de credibilidad buscan espacios en medios internacionales?
Sin duda, les asusta que ciudadanos de otros países quieran tener a un presidente como Nayib, que trabaja para su pueblo y quien ha dejado en evidencia la articulación perversa de organismos y personajes nacionales e internacionales que no duermen por hacer que El Salvador regrese al pasado de terror.