Queriendo recordar las ocurrencias del Chavo del 8 me encontré con el capítulo 23 de la temporada de 1985, en el cual se le ve intentando atrapar con las manos algo que él llama «churruminos» y que, según explica después, solo están en su imaginación.
Mientras veía el mencionado capítulo, por mera casualidad, también leía una noticia en un periódico, y fue así como pude darme cuenta de que la prensa opositora de este país también tiene sus «churruminos» que, al igual que los del Chavo, son cosas inventadas que solo están en la imaginación de sus falsos periodistas y mediocres editores. Y digo falsos periodistas porque quien inventa una mentira solo para congraciarse con quien le paga no es digno de llamarse como se llama al resto de profesionales que ejercen ese oficio.
Ejemplo de lo que digo es una nota publicada por dos periódicos, uno impreso que antes fue de gran circulación y otro digital que ahora se debate (por decisión propia) entre estar en el país o estar en el exilio. En la referida nota se miente de manera intencional al decir que con fondos públicos se le está construyendo un rancho de playa a la familia de un funcionario, cuando en realidad lo que se construye es una planta desalinizadora para beneficiar con agua potable a los habitantes de la zona.
Cabe mencionar que los «churruminos» del Chavo del 8 son producto de su inocencia, no así los de la prensa opositora, pues estos son parte de algo muy bien orquestado para desacreditar al Gobierno y a sus funcionarios, principalmente ahora que vienen las elecciones. Aunque a decir verdad, eso lo manejan ellos como un plan permanente de desprestigio contra quienes consideran sus adversarios por no estar en la misma sintonía política o porque estos les quitaron privilegios que habían obtenido a cambio de ser una prensa servil.
Lo peor de estos medios mezquinos es que cuando se les señala que en sus notas no dicen la verdad recurren a autovictimizarse gritando a los cuatro vientos que están siendo maltratados, humillados y perseguidos.
Contrario a todo eso, lo que sí es una realidad, no un «churrumino» que solo está en la imaginación, es que un «periodista» de ese diario digital, mismo que publicó la noticia falsa del rancho en la playa, se fue «becado» por un año a vivir con las pandillas, dizque para hacer un trabajo de investigación etnográfica. Aunque revisando el concepto de etnografía, dice que esta estudia a las etnias, sus orígenes, su forma de vida y su cultura; fuera de eso, en ningún apartado de esa conceptualización dice que es irse a vivir con criminales o con gente al margen de la ley.
Ahora, la gran pregunta es de dónde sacó la pandilla los fondos para mantener a este seudoperiodista durante todo ese año… La respuesta es sencilla: lo mantuvo con el dinero de las extorsiones. Por lo tanto, ese tipo es un beneficiario de la renta que nuestro pueblo tuvo que pagar bajo amenazas de muerte durante tanto tiempo. Claro, sin contar que mientras convivió con ellos conoció de antemano cada crimen que cometieron y que, sin embargo, no los denunció ante las autoridades. Eso es algo que lo convierte en un cómplice, si no es que era un componente logístico u operacional de esas estructuras.