ARENA y una de sus escisiones, Nuestro Tiempo, cada día están demostrando que siguen siendo parte de lo mismo, al punto que coinciden en su «estrategia» y proponen que la sociedad civil nombre a candidatos a presidente de la república para luego crear una alianza alrededor de este ungido.
Lo cierto es que para la oposición el problema es que no hay nadie entre sus filas que pueda hacerle competencia al presidente Nayib Bukele, a quien la inmensa mayoría de la población no solo aprueba su trabajo al frente del Ejecutivo, sino que respalda que busque un segundo mandato.
Desde este punto de vista, la oposición considera que mientras más candidatos busquen la presidencia, el voto opositor corre el riesgo de fragmentarse. Esto ha aplicado en otros eventos electorales, pero no hay punto de referencia con respecto a los niveles de aceptación y de respaldo con los que goza el presidente Bukele.
Es decir que cuando la oposición presente a su candidato único (porque es algo que están construyendo los grupos que están en contra del presidente), tendrá un apoyo tan pequeño debido a que todos los partidos del viejo sistema son tan insignificantes que no sumarán mucho. Incluso, lo que dan en llamar sociedad civil no es más que las ONG y fundaciones ligadas a los mismos partidos políticos; por tanto, no son representantes verdaderos del pueblo salvadoreño.
Los ciudadanos, en su mayoría, hablan del apoyo al presidente Bukele cada vez que cualquier casa encuestadora sale a hacer entrevistas. La gente reconoce que la seguridad que ha hecho de El Salvador un ejemplo internacional es lo mejor que ha pasado en décadas, y por ello no está dispuesta a regresar al pasado de masacres, extorsiones y crímenes.
Una suma de siglas no es garantía de un oponente formidable, menos cuando se trata de organizaciones que repiten, cual rueda de caballitos, a los mismos integrantes en sus juntas directivas.
Lo más vergonzoso para los partidos será renunciar a sus banderas porque saben que están manchadas de años de corrupción y traicionar sus ideologías juntándose con los que habían jurado que eran sus adversarios eternos, con tal de un bien superior, que no es otro que recuperar los privilegios y las componendas que perdieron cuando el presidente Bukele llegó al poder.
ARENA y el FMLN vivieron de hacer creer que eran enemigos mortales. La polarización fue el motor del viejo sistema político. Pero ya eso es algo superado y desmontado. Por eso los vemos trabajando juntos, aunque escondiendo sus simbologías partidarias.