Esta referencia vale también para los alcaldes que asumirán sus cargos el próximo 1.º de mayo, aunque no sirve para referirse ni a la Asamblea Legislativa ni a las alcaldías. Esto es así porque el énfasis de la reflexión descansa en las personas y no en los funcionarios, y mucho menos en los cargos o las instituciones. Se trata de las personas, las que deberán mantener su naturaleza de tal para desempeñarse con la humanidad, la justeza y la eficiencia que la carga de su cargo implica.
Se trata de no asumirse como funcionario, porque a través de la historia y también en el presente esta resulta ser una especie de mala palabra, toda vez que el, así llamado, funcionario resulta ser el que asume que su función es lo más importante de todo y lo que constituye el fin de su desempeño, al dejar de ser un medio o un instrumento para enfrentar y afrontar los problemas de aquellos que con sus votos lo han puesto en un cargo.
La palabra resulta sonora, pero entraña una situación en donde la persona es sustituida por la función que desempeña y, tal como ocurrió en los orígenes más remotos del poder político, esa persona devenida en funcionario se aleja cada vez más, en la medida que asume su función, de los que votaron para elegirla. Este es el mecanismo, simple pero fatal, para separar al llamado funcionario del pueblo.
La primera ventana que los diputados y alcaldes del 1.º de mayo han de abrir es aquella que les permita sentir en el rostro los vientos que vienen desde abajo y no aquellos que vendrán desde arriba por muy perfumados y metálicos que parezcan. El punto es cómo ser diputado o alcalde sin dejar de ser lo que vos sos y sin renunciar a los compromisos que individual o colectivamente adquiriste.
Luego de este primer encuentro de realidad vendrá el profundo agujero de la institución en la que te vas a desempeñar. La Asamblea Legislativa es, como la Corte Suprema de Justicia o el Poder Ejecutivo, una especie de castillo feudal rodeado de fosos llenos de agua con cocodrilos, en donde se puede entrar por tuberías estrechas bajo el ojo amenazante de guardias armados con flechas y espadas que descubren a sospechosos cada segundo y temen, sobre todo, de aquellos que hacen peticiones contra los poderes o los poderosos, contra bancos, terratenientes, empresas, en fin, que están frente a las voluntades que en el país deciden la vida y la muerte. En ese castillo feudal, te harán sentir como rey o reina, con ejércitos de criados y escuderos que pueden adivinar hasta tus deseos más chiquitos, con gente que se llaman asesores, que pueden pensar por vos y escribir por vos. Al final del día, te podrán llamar padre de la patria, en cuya calidad no resulta conveniente que te relaciones con el pueblo llano, el subversivo, el que dice que necesita cambiar las cosas en el país, cambiar las leyes, la política y hasta el poder.
Todo este discurso y estructura te aprisionará, y si no estás despierto y con los pies sobre la tierra, te convertirán, sin falta, en funcionario.
La relación con la gente no es la misma que la relación con el pueblo. Este resulta ser el súbdito del Estado, es decir, aquel que tiene la obligación de votar en cada ocasión, pero que no decide nada sobre el desempeño de las personas por las que ha votado. Es decir, que no tiene ningún mandato imperativo sobre ningún diputado. La gente es diferente. Gente es una palabra que significa, más o menos, engendrar, y se refiere a todos aquellos que tienen un ascendiente histórico común, y no es por eso ninguna referencia política jurídica como pueblo, sino que es, más bien, un rastro antropológico y sociológico. La gente es así, el salvadoreño de carne y hueso, el que ríe, el que llora, el que come y medio come, el que bebe o medio bebe, el que es destripado en el cruce del río Bravo, allá en el Norte. En fin, el que te va a tocar las puertas para que cumplas lo que dijiste en la campaña, y aquí está, cabalmente, el punto medular de tu compromiso, la cruz de caminos que te definirá como persona y no como funcionario. Es en este escenario que se definirá con quién estás y contra quién estás, para quién vas a trabajar o contra quién lo vas a hacer.
En esta esquina podes pensar que tu compromiso es con tu partido, que es o podría ser, a tu juicio, el que te llevó al cargo. Pero esta sería una posición con muchas hojarascas, y es, en realidad, el punto de toque de tu desempeño, porque tanto en la Asamblea como en la alcaldía te has de mover en el mercado, en ese mercado político que tanto funciona en el país, donde los mercaderes poderosos compran y venden voluntades y decisiones oficiales y privadas en defensa de unos intereses y en contra de otros. Todo parece ser un mercado persa, en donde al vender alfombras que vuelan, te puede hacer creer que todo es posible con simple imaginación; sin embargo, has de saber las 24 horas del día, los 60 minutos de la hora y los 60 segundos del minuto que vos sos el fruto de la decisión del pueblo de expulsar con odio y desprecio a todos aquellos que, en tanto funcionarios, pensaron que podían hacer todo lo que no deberían hacer, y que hoy, con los diputados y alcaldes de mayo, el pueblo está más alerta que nunca, más exigente y más despierto, y esta verdad no debes abandonarla ni un segundo.
Se supone que los dirigentes o directores de tu partido están preparando, organizando y educando a todos los diputados y alcaldes que asumirán en mayo, que están definiendo los arroyuelos que comunican con la gente, que están estableciendo los procesos y métodos para trabajar desde la gente y con la gente, que están definiendo la táctica correcta para funcionar con concejos municipales colegiados.
Si esto no fuera así, lo que sería muy aciago y oscurecido, corre por tu cuenta acudir a tu sensibilidad, tu natural honradez y tu condición de ser humano abierto a la relación con la gente y a tu capacidad para escuchar atentamente propuestas, opiniones y críticas de tu comunidad. Es cierto que un diputado llega a la Asamblea por el voto de la gente y no por la decisión de algún partido, pero esto es justamente lo que define tu compromiso que, ante todo, es con la gente y con el pueblo, tal y como tu partido lo establece, y debe practicarlo de la misma manera que lo predica.
Los diputados y alcaldes que el pueblo expulsó el 28 de febrero fueron personas alejadas del pueblo, pero vinculadas a sus partidos, en circunstancias en las que estos partidos estuvieron durante 30 años muy alejados del pueblo.
Los diputados y alcaldes de mayo deben funcionar como una marea capaz de llevar a su partido hacia el pueblo, adentro del pueblo y para el pueblo. Esta es la primera tarea que estos hombres y mujeres de mayo tienen ante sí, y de esto dependerá que dentro de tres años los acompañen las flores del reconocimiento popular o la cicuta amarga del desprecio y la condena.
Los dados están echados y es un buen momento, sobre todo porque todo depende de ustedes y de nadie más. Solo ustedes responderán.