Acostumbrada a chasquear los dedos y que se hicieran realidad sus deseos, cual personaje ficticio con las gemas del infinito, la oposición sociopolítica salvadoreña actual (partidos, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación afines, organismos internacionales con agenda común y sus seguidores en redes sociales, entre otros) arremete en contra del Estado salvadoreño, que por fin trabaja por el mejor bienestar de sus gobernados. No es una oposición propositiva, sino más bien destructiva, haciendo oídos sordos a la voluntad del pueblo que se expresó en las urnas en 2019, y ahora en los resultados de las encuestas de opinión, inclusive las realizadas por instituciones afines a la misma oposición, las cuales luego matizan con tal de no reconocer la expresión del soberano, pues les desfavorece.
Esta oposición desea que las cosas en el país (proyectos, programas, reformas, reestructuraciones, políticas, estrategias…) ocurran según su agenda o su interés político-económico. Quería que los resultados electorales presidenciales le favorecieran, e hizo todo a su alcance para no permitir que Nayib Bukele se presentara como candidato. Luego, de los comicios legislativos y municipales esperaba obtener mayorías para hacer dique a las acciones del Ejecutivo, que ya eran bien calificadas por la población y generaban una bola de nieve contra la derecha e izquierda tradicionales. El resultado fue quedar relegada a una esquina insignificante, pero no porque el Tribunal Supremo Electoral (TSE), que todavía tiene a representantes de ARENA y del FMLN como los más claros opositores, así lo hubiera decidido haciendo truco. El mensaje del pueblo fue claro y contundente en contra de la oposición retrógrada. Y parece que esta sigue sin procesarlo correctamente.
Ahora esa oposición se molesta porque el pueblo no le hace caso, menos las fuerzas vivas en la política lideradas por Nuevas Ideas y GANA. Sigue vociferando que esta o aquella propuesta de reforma debe ser discutida más ampliamente, que debe incrementarse el presupuesto en Educación, Salud, Seguridad… que debe derogarse alguna ley en estos momentos, que el presidente se pronuncie rápido sobre determinado tema solo porque cree que debe hacerlo, demanda que el Ejecutivo deje de implementar estrategias porque las considera no viables, que se detenga un proyecto porque es nocivo, entre otras peticiones. Se escuda en que fue elegida en las urnas para afirmar que el pueblo la apoya, y habla en su nombre. Pero esa es una falacia. Solo representa a la porción, muy pequeña, que le dio el voto.
Es triste y afanoso ir contra marea, sabiendo que se navega en la dirección incorrecta, sin la capacidad o la valentía para reconocer que se está errado.
La oposición sociopolítica salvadoreña actual quiere seguir manejando a El Salvador como lo hizo desde los distintos estrados de poder, durante 30 años al menos. Chasqueaba los dedos y sus deseos eran concedidos (privatizaciones, dolarización, reformas neoliberales en detrimento del pueblo, sobresueldos, pronunciamientos y decisiones plegadas a poderes fácticos nacionales e internacionales, etcétera). Ahora desea que ocurra lo mismo, pero el pueblo le quitó el poder, democráticamente, y creo que se encamina a otra debacle. Las encuestas lo dicen.
A falta de respaldo en las urnas, la oposición política acude a la oposición social bajo ropaje de sociedad civil, con sus expertos, analistas, medios afines y financistas internacionales, con argumentos bonitos pero falaces… Y ante la frustración de no lograr su objetivo califica al soberano de ignorante. Pero luego le pedirá su respaldo electoral.
El Gobierno tiene, sin duda, una agenda por desarrollar. Lo estamos viendo en las áreas de seguridad, educación, turismo, economía, obras públicas, deportes… Que la oposición solo critique y afirme que no hay avances no es extraño. Lo que ocurre es que los tiempos para cambiar al país son otros, y, a falta de gemas del infinito, ya no puede imponer su voluntad chasqueando los dedos.