El ritmo de las transformaciones positivas que experimenta El Salvador desde la llegada del presidente Nayib Bukele es algo que no tiene precedentes en la historia nacional. La celebración del bicentenario llegó con la buena noticia de que los salvadoreños en el extranjero podrán, por fin, hacer valer su derecho al voto para elegir autoridades.
El voto en el extranjero es un sueño largamente postergado y una injusticia histórica cometida sistemáticamente por los gobiernos de ARENA y del FMLN, que bloquearon la participación de la diáspora por el temor de que su sufragio les hiciera perder poder. El pasado martes, sin embargo, la celebración se adelantó y la Asamblea Legislativa votó por la ley.
Esta, pese a su trascendencia, no fue la única buena noticia de los últimos días. En esa misma sesión plenaria, los diputados aprobaron la exoneración del pago del impuesto sobre la renta de los artistas nacionales, lo que supone un respaldo inédito para este segmento de la población que ha sido duramente castigado por los efectos adversos de la pandemia.
En su discurso transmitido en cadena nacional, el presidente Bukele también anunció que dentro de un máximo de 30 días se presentará la propuesta de reforma previsional para garantizar que los jubilados reciban una pensión justa. Esta, nuevamente, era una deuda que arrastraban ARENA y el FMLN, comprometidos con sus financistas y, por ello, opuestos a beneficiar a la población más necesitada con leyes favorables para los ciudadanos.
Además, el gobernante anunció la pronta finalización de dos nuevos periféricos para agilizar el transporte de personas y mercaderías por el territorio nacional, la intervención en todas las escuelas del país, la construcción de nuevos hospitales (el también largamente olvidado Hospital Rosales y uno nuevo para Nejapa y las poblaciones vecinas), además del firme compromiso de garantizar que no habrá una privatización del servicio de agua.
En realidad, es una marcha triunfante hacia un futuro próspero y desarrollado para todos los salvadoreños. Una participación ciudadana como nunca ha habido en la historia nacional fue la que permitió la elección de un presidente desligado de los poderes tradicionales y una nueva legislatura articulada con los deseos de las mayorías.
Solo los pequeños grupos anclados al pasado, violentos y sometidos a sus financistas, han querido oponerse a la nueva realidad de transformaciones. En comparación con la ciudadanía, se trata de pequeños grupos interesados en revertir los cambios. Pero la historia ya habló y continúa su camino inexorable hacia una nueva realidad.