La ayuda humanitaria empezó a llegar a Turquía. El viernes, Alemania anunció el envío de 90 toneladas de material por avión. En cambio, el acceso a Siria, en guerra y con su régimen sancionado por la comunidad internacional, es mucho más complicado.
La guerra destruyó hospitales y causó problemas en el suministro de electricidad y agua en Siria, pero la ONU solo puede enviar ayuda a las zonas rebeldes del noroeste a través del cruce de Bab al Hawa en la frontera con Turquía.
La diplomacia turca afirmó que está trabajando para abrir otros dos puntos de paso «con las regiones bajo el control del gobierno» sirio, «por razones humanitarias».
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió al Consejo de Seguridad que autorice la apertura de nuevos pasos de ayuda humanitaria entre ambos países.
«Este es el momento de la unidad, no es momento de politizar o dividir. Es obvio que necesitamos un apoyo masivo», afirmó.
«Abandonados»
El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció el jueves que iba «de camino a Siria» y la presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Mirjana Spoljaric, llegó ese día a Alepo, en Siria.
A uno y otro lado de la frontera, miles de viviendas quedaron destruidas y los socorristas redoblan esfuerzos, aunque las posibilidades de encontrar personas con vida se apagan una vez expirado el periodo de tres días que los expertos consideran crucial.
La situación agravada por un frío glacial, llevó este viernes al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), en lucha armada contra el ejército turco desde 1984, a suspender temporalmente sus «operaciones» en Turquía. «Miles de nuestros ciudadanos siguen bajo los escombros (…) Todo el mundo debe movilizar todos sus recursos», declaró Cemil Bayik, un responsable citado por la agencia Firat, próxima al PKK.
A la zona acudieron centenares de rescatistas de Catar, Malasia, España, Kazajistán, India y otros lugares.
Unos treinta mineros recorrieron mil kilómetros desde Zonguldak, cerca del mar Negro, hasta Antakya, una localidad muy golpeada por el terremoto, para ayudar en las labores de búsqueda.
Allí encontraron el cuerpo de un niño, muerto en su cama, que fue entregado a su padre. Se lo llevó envuelto en mantas, sin decir una palabra.
El enfado crece en Turquía contra la respuesta del gobierno, juzgada insuficiente y tardía. El mismo presidente Recep Tayyip Erdogan reconoció «deficiencias».
«La gente que no murió por el terremoto ha sido abandonada a morir en el frío», dijo a la AFP Hakan Tanriverdi en la provincia de Adiyaman, una de las zonas más castigadas.
Otro vecino, Mehmet Yildirim, afirmó que no vio «a nadie» hasta que no pasaron más de 34 horas desde el sismo. «Ni Estado, ni policía, ni soldados. ¡Qué vergüenza! Nos han abandonado a nuestra suerte», declaró.