Hace unos días, escuché a los empresarios del transporte público decir que jamás creyeron que verían, con sus ojos, a un presidente «tener la valentía de enfrentar a las pandillas, de terminar con los asesinatos de los trabajadores de su sector y de los usuarios, y ganar la guerra contra las extorsiones». Por eso y por más, su agradecimiento, admiración y total respaldo al presidente Nayib Bukele ha sido público.
La verdad es que las maras y pandillas nacieron, crecieron y se fortalecieron después de la guerra civil, al grado de llegar a poseer mejor armamento que los cuerpos de seguridad. Los salvadoreños sabemos que lo hicieron con el beneplácito y financiamiento de ARENA y FMLN a cambio de favores electorales.
Es en esa cruel realidad que Nayib Bukele emerge, en momentos en que el pueblo salvadoreño estaba esclavizado a un sistema lleno de podredumbre, corrupción y muerte, que lo mantuvo sin esperanza ni posibilidad de cambio alguno. Por 30 años, la rueda de caballitos entre areneros y efemelenistas fue empujada por el poder fáctico, por empresarios y políticos llenos de egoísmo y ambición.
Cambiar esa sangrienta situación se veía imposible para el joven presidente, principalmente cuando ese sistema nefasto que la mantenía estaba protegido al más alto nivel entre quienes lo instauraron y sus vasallos, para lo cual contaron con el respaldo de interesados extranjeros.
¿Qué independencia celebraba El Salvador?, ¿cuál libertad gozaba? Claro, dirán, de la esclavitud española. Pero ¿y qué del sometimiento cruel de los gobiernos areneros y efemelenistas y sus pandillas criminales por décadas?, ¿cuál libertad tenían nuestros estudiantes para asistir a las escuelas sin temor o de nuestros trabajadores para movilizarse con tranquilidad?, ¿cuántas empresas, panaderías, talleres, zapaterías y tiendas tenían que pagar la «renta» a los criminales?
Ahora podemos decir con certeza que El Salvador vive una verdadera libertad. No lo digo yo, lo dice el pueblo. Ese que agradece, valora y respalda las acciones del presidente Bukele por romper lo que ARENA y FMLN volvieron imposible.
Más del 87 % de los salvadoreños aprueba su gestión; el 95 % respalda el régimen de excepción y el último dato conocido: el 88 % aprueba al presidente para que busque la reelección. En otras palabras, el soberano quiere un segundo mandato.
Ya el presidente Bukele aceptó el clamor del pueblo y dijo que será candidato presidencial nuevamente. ¿Es posible? Por supuesto. Desde 1983, la Constitución de la República habilitó la reelección inmediata, así como las resoluciones de las dos últimas Salas de lo Constitucional (2013 y 2021) le dan toda la legalidad. En ese orden, se mantiene la alternancia en el poder y la exigencia de elecciones libres. Por supuesto, la oposición encrespada ya recorre el mundo para tergiversar la verdad, para falsear el orden jurídico, como suele hacerlo, porque quieren regresar el país a su estado anterior, de luto y dolor. Por eso lucha para liberar a sus grupos armados, a sus «angelitos».
En todo esto, es interesante observar que más de 40 países permiten la reelección presidencial inmediata, entre ellos Estados Unidos, por eso Barack Obama estuvo en el cargo desde 2009 hasta 2017. Aún recuerdo su frase en el discurso de reelección: «Lo mejor está por llegar».
La gran mayoría de los salvadoreños quiere que el proyecto que inició hace 39 meses, aproximadamente, continúe. El pueblo ya no quiere volver a ser esclavo de «los mismos de siempre» y de las acciones de sus grupos criminales.
Nayib sabía que el trayecto entre dos corrientes sería duro, que tenía que ir de frente contra el muro de contención de los poderosos, de los políticos corruptos y ladrones, pero ha persistido y persistirá porque su principal virtud es la dedicación absoluta al trabajo sin importar la hora; un líder inspirador con visión clara y convincente.
Sin duda, el presidente Bukele es exitoso porque percibe las necesidades públicas y las satisface, porque es el «Master and commander» de su pueblo y gobierna para él, porque pone el corazón en lo que hace, porque es directo, coherente, creíble, idealista y pragmático. Un verdadero líder que eleva la confianza de la gente, de su equipo, capaz de ilusionarlos, de generar en ellos el hambre de la victoria.
Nayib Bukele está casado con el pueblo y el pueblo, con él.