En El Salvador, un país pequeño con una población de menos de 6 millones de habitantes, en el cual hemos heredado una serie de problemas de los gobiernos de ARENA y del FMLN, como el de pandillas, ninguna política pública criminal del pasado funcionó para erradicar este daño de nuestro tejido social; con el fin de la guerra, con los Acuerdos de Paz, se abre un nuevo estadio de violencia aunado a las prácticas de salvadoreños deportados que vinieron a mostrar su poderío de defensa de territorio aprendido en Los Ángeles y otras ciudades de Estados Unidos.
Los jóvenes, y en muchos casos hasta niños, en condiciones de pobreza y abandono emocional y económico de sus padres, del Estado y de la Iglesia, pueden ser la carne del cañón que el corruptor necesita para hacer crecer sus aspiraciones criminales.
Un ser humano cuando nace trae genes de maldad y de bondad en su ADN, pero este debe aprender de su entorno social para desarrollarlos. Si esos genes abundan en maldad y donde crece hay violencia, carencia de buenas costumbres, lo más seguro es que será un ser sociópata y malvado.
Nuestra sociedad lamentablemente ha normalizado que un hombre abandone a sus hijos y la responsabilidad cae en la madre. Ella tiene que salir a trabajar y dejarlos solos, sin una guía de protección y disciplina, confiando en la buena de Dios, y termina siendo la calle la que los educa, donde muy seguramente serán víctimas de los delincuentes de la zona, quienes los acecharán hasta incorporarlos en las filas de sus organizaciones criminales. Cuando la madre se entere de esto será demasiado tarde: sus hijos ya habrán formado un carácter dirigido a hacer el mal a sus semejantes.
¿Qué debemos hacer para evitar la proliferación de las mentes criminales? Propongo construir un ministerio de la familia que desarrolle las siguientes áreas:
Que se cree un fondo subsidiario para las madres solteras, para que ellas tengan más tiempo para estar con sus hijos cuando son víctimas de abandono.
Evitar a toda costa las prácticas de abandono de los padres a sus hijos. Eso incluye reformar las leyes penales y ser más duros con los que no pagan la cuota alimenticia.
Mejorar la educación y hacerla accesible a todo niño y joven.
Formar redes de apoyo comunitario entre los mismos vecinos para cuidar de los niños y jóvenes de la comunidad.
Si creamos un ministerio de la familia encaminado a proteger la institución familiar en todas las áreas, que desarrolle una serie de políticas de prevención de la violencia, como la inclusión social y educativa, podríamos lograr mucho.
Si no queremos ver más casos de asesinatos con lujo de barbarie, a la par de endurecer las leyes también tenemos que evitar la proliferación de las mentes criminales y tapar todo cerco que signifique perder a un futuro buen ciudadano.