TOMO II – PARTE II

Aunque su papel por años estuvo invisibilizado, algunas empuñaron armas y atacaron cuarteles. María de los Ángeles Feliciana Miranda murió por los azotes recibidos
La participación de la mujer en el proceso independentista, aunque sí estuvo presente, muy poco se ha expuesto. ¿La razón? Historiadores reconocen que se debe a que en aquella época su papel estaba más asociado a labores domésticas, de iglesia, venta o labranza y, por lo tanto, eran los hombres quienes gozaban de más privilegios para formarse en las letras y la política. «Recordemos que ellas no podían acceder a los puestos de poder y, por tanto, los firmantes del Acta de Independencia serían solo hombres. Ahí no participarían las mujeres, porque la vida política, la vida de Gobierno y la administrativa estaba vedada para las mujeres. Así es que, en ese sentido, no se podía esperar la participación de mujeres en estos procesos propiamente como la independencia; sin embargo, sí las encontramos en varios movimientos previos a la independencia», expone Carlos Tejada, historiador del Ministerio de Cultura.
CONDENADAS AL CASTIGO PERO NO AL OLVIDO
Debido a estar marginadas, no se reconocen muchos nombres de mujeres que tuvieron una implicación directa con las gestas de independencia. No obstante, la historia salvadoreña conserva un breve registro de mujeres que actuaron en las revueltas.
«En Santa Ana se menciona a Dominga Fabia Juárez de Reina, también a Juana de Dios Arriaga y a Inés Anselma Asencio. Esta última era una jovencita, prácticamente no tenía mucha edad. Al parecer, andaba entre 20 y 25 años, y ella fue liberada porque su padre llegó a abogar por ella. Y las justicias se la entregaron a su padre en custodia. En el caso de Sensuntepeque, [las hermanas] María de los Ángeles Feliciana sería una, y Manuela Miranda, otra. Ellas empuñaron armas e incluso atacaron el cuartel de milicias de Sensuntepeque. Luego fueron llevadas a juicio, y de castigo recibieron una condena de 100 azotes cada una, y estos se llevaron a cabo en la plaza pública frente a la multitud», continúa Tejada.
La valentía y el patriotismo de las hermanas Miranda contribuyó directamente a la insurrección de esa localidad el 5 de noviembre de 1811, pero sus nombres se conocen muy poco. Es más, María de los Ángeles Feliciana murió a causa de los latigazos a los que fue sometida frente a la multitud reunida en la plaza central de San Vicente. Tenía aproximadamente 22 años y murió en el primer trimestre de 1812.

Por su martirio, desde 1976, mediante el decreto legislativo 101, María de los Ángeles Miranda fue declarada Heroína de la Patria. Además, en 2003, en el decreto 227 de la Asamblea Legislativa de El Salvador, fue, junto con su hermana, reconocida como prócer salvadoreña de la independencia centroamericana.
Manuela Miranda, por su parte, además de los azotes, recibió el castigo de permanecer tiempo indefinido en la casa del párroco de Sensuntepeque para que sirviera de empleada doméstica. «Es decir, ella se iba a tener que dedicar a lavarle la ropa, a hacer la limpieza, a lavar trastes, a cocinarle; en fin, para ser su sirvienta. Los dos tipos de castigos, el castigo corporal y, en el caso de las mujeres, ser depositadas en casas de personas probas o del cura, o incluso de un convento, eran bastante comunes para que sirvieran ahí prácticamente de sirvientas», indica el historiador.
PAPEL MEDIADOR
En el mismo decreto, la Asamblea Legislativa también reconoce como próceres a Manuela Antonia Arce de Lara y a María Felipa Aranzamendi de Arce.
Arce de Lara nació en 1783 en San Salvador. Sobre su parentesco, se sabe que fue hermana de Manuel José Arce, esposa de Domingo Antonio de Lara y cuñada de María Felipa Aranzamendi.
Manuela Antonia escribió una dramática carta dirigida a las autoridades españolas en la que exige trato humano, así como pronta y cumplida justicia a favor de los independentistas. Su hermano y esposo recibían maltratos en prisión, tras haber participado en actos revolucionarios en enero de 1814.

«Los pobres presos ven su muerte en estos lances, porque no se les permite salir de la prisión y antes se redobla la vigilancia, cuando la piedad y la humanidad urgían que pues no están sentenciados a morir permitiese libertar sus vidas en los terremotos pasados, se les oprimió de modo que, habiéndose abierto la puerta, de la prisión mi hermano y saliendo se le disparó un fusilazo por un soldado que casualmente no hubiese herrado el tiro, lo hubiera matado. Yo señor protesto mis respetos y quisiera no hablar así de la conducta que allá se observa» [sic], se lee en un fragmento de la carta escrita por Manuela Antonia el 20 de julio de 1816.
Otras mujeres que destacan en la historia nacional y que lucharon por la emancipación política centroamericana son Ana Andrade Cañas (esposa de Santiago José Celis) y María Teresa Escobar (cónyuge de Juan de Dios Mayorga).