Cuando el presidente Nayib Bukele, en una cálida mañana de un sábado 1.º de junio de 2019, hizo un juramento junto con el pueblo salvadoreño en su primer discurso ante la nación, se abrió un libro limpio e impecable donde comenzó a escribirse una nueva página de nuestra historia. Para los políticos de la vieja guardia, los que hoy son conocidos en la Asamblea Legislativa como #LosDeLaEsquina, ese momento sigue siendo incomprensible e incómodo y, hoy, dos años después, siguen viviendo una dura realidad, mientras que la gente camina de la mano con su gobernante a favor de un país distinto, próspero y que abraza fuerte el futuro que se avecina.
El juramento, al cumplir dos años de mandato, fue revalidado por el gobernante salvadoreño y su pueblo, a través de sus representantes legislativos. Llegar a este punto, en tan poco tiempo y en medio de la gran crisis sanitaria por la pandemia de la COVID-19, es algo que solo se puede explicar con la aspiración ciudadana de construir un futuro mejor y de defender, todos los días, lo conquistado. Es legítimo, viable y necesario y eso lo entiende y defiende a la perfección el «animal político» NayibBukele.
Es por eso que la visita del presidente de El Salvador a la Asamblea Legislativa el pasado martes puede ser calificada como otro momento importante en el camino recorrido, ya que se llegó a revalidar la conquista popular del pasado 28 de febrero, su posterior certificación el 1.º de mayo (cuando se tomaron decisiones de interés nacional) y el nuevo punto de inflexión para los próximos tres años en el que el pueblo está de por medio: no más cúpulas, corporativismos y acuerdos bajo la mesa, nunca más.
Por ello es que el jefe de Estado enfatizó en desmontar el aparato ideológico del Estado. Como a escala política, los viejos grupos económicos perdieron resonancia e incidencia, hoy solo les queda el aparataje de (des)información con periódicos de poca credibilidad, analistas prepago, plumas pagadas y un elemento importante: las organizaciones sociales y su falso oenegerismo.
Estos usan de fachada eslabones perdidos como el «Estado de derecho» y el rol fuerte de la «sociedad civil» para construir democracias «sólidas», pero en realidad funcionan como empresas captadoras de recursos para sostener la agenda que ya no pueden cargar ARENA y el FMLN, porque ambos se niegan a entender algo tan lógico: las instituciones y la democracia salvadoreña son tan fuertes que el resultado electoral de febrero desbarató todas las tesis de que era imposible una Asamblea como la que hoy tenemos. ¿Qué más ejemplo de democracia que eso? Golpe bajo para estos que viven de vender un El Salvador débil y fragmentado.
Así cobra más sentido el llamado del presidente Bukele a la unidad. Pero esta cohesión hoy no es retórica o un llamado a cúpulas, porque él clama al pueblo para que acompañe con sus representantes en la Asamblea Legislativa y en instituciones como la Fiscalía General y la Sala de lo Constitucional la continuación de la construcción de un buen país, ya que los logros son evidentes como el excelente manejo de la pandemia, condiciones económicas favorables pese a la COVID-19, seguridad ciudadana para todos y oportunidades para salir adelante para todos los sectores sociales.
Mención especial merece en estos dos años de Gobierno el trabajo articulado de todo un equipo de funcionarios comprometido con la visión del presidente Bukele de defender siempre las necesidades del pueblo salvadoreño. Se ha enfrentado la pandemia, tormentas tropicales y huracanes, entrega de alimentos y ninguna obra se ha paralizado. Todo en el territorio, nunca más desde escritorios.
Lo que viene por delante es continuar enfrentando y cambiando la raíz de todos los males que dejó el pacto de corruptos que antes reinaba. La Asamblea Legislativa y el Gobierno del presidente Bukele hoy van de la mano, complementándose y siendo el dinamo para que el país gire con más velocidad, para que los cambios que clamó la gente se den y que por fin se haga realidad el sueño salvadoreño. Ese es nuestro horizonte y hacia ahí nos lleva el devenir.