¿Qué hace que el ser humano sea capaz de victimarse tanto? Esta pregunta debería ser hecha y respondida por cada uno, aun si no considera que se victimiza, ya que, inconsciente o conscientemente, la persona busca mostrar ante los demás que es la más sufrida o la más dura ante el sufrimiento, y las dos posturas siguen siendo equivocas. Si bien es cierto que la vida es difícil y posee adversidades continuas, también es cierto que le damos más fuerza innecesaria a lo que no nos aporta calidad de vida.
En un círculo literario y filosófico que dirijo en el centro de artes de mi ciudad expresaba al grupo de literatos, con respecto a cuánto nos damos autosufrimiento, el siguiente cuento popular: un hombre sale de su puesto de trabajo a la hora del almuerzo, camina unas cuadras y llega a una zapatería; mira un par de zapatos de gamuza y le dice al dependiente si le puede llevar un número 39 de esos zapatos, a lo que el dependiente sin dilación le responde que inmediatamente se los buscará. Al tiempo de espera, le lleva los zapatos, el hombre empieza a tratar de meterse el zapato en el pie y le es casi imposible; al cabo de unos minutos, con gran esfuerzo y dolor, logra hacerlo. El dependiente, al ver la situación, le comenta al señor qué número es, y le responde que 42. La respuesta desencaja al dependiente, y le pregunta si no desea que le busque de ese número; el comprador le dice que no, que este número está bien. Aún con lo absurdo que parece, el dependiente dice a sí mismo: el cliente siempre tiene la razón. El caballero se va de nuevo hacia su trabajo, con dificultad al caminar, pues se llevó puestos los nuevos zapatos. Después de un par de horas de trabajar y llegando la hora de salida está adolorido y casi llorando, su compañero más cercano le pregunta qué le pasa al verlo mal y le responde que los zapatos que acaba de comprar le dañan mucho por ser más pequeños que su número; el camarada le pregunta por qué compró esos, y le dice: mira, mi vida es tan sin sentido y compleja que solo el hecho de pensar en quitármelos al llegar a casa me dará un placer enorme.
Aunque pueda parecer un cuento de lo más absurdo es una realidad más común de lo que se pueda uno imaginar, tal vez no tan visible como el cuento. A menudo el ser humano se autodaña, automutila, autosabotea solo para victimizarse o dar lástima, o peor aún, para sentir un poco de paz y sentido a su vida. La falta de comprensión sobre la existencia y su belleza hace que el ser humano complique aún más la vida de lo que ya es, ya sea con personas, circunstancias o en sí mismo.
De tal suerte que se necesita hacer un detenimiento mental y volitivo con respecto a ese trabajo de daño autoinfligido. El maestro Henri Frédéric Amiel solía decir: «Una creencia no es verdadera porque sea útil». Pero continuamente hacemos de algo que nos parece útil una verdad para nuestras vidas, opacando la luz de la existencia y con ello no permitiendo salir del atolladero en el que la mente equivocada se mantiene con la creencia de que es mejor la victimización y autodaño para ser visibilizados.
Empero, hay una certeza en la respuesta si nace de la propia experiencia, de ahí que cada uno debe empezar a detenerse y ver el momento en el que se victimiza y revictimiza, y con ello se aparta de una vida de calidad, paz y elevación espiritual. Es de menester empezar a ver más hacia adentro del ser que hacia afuera de este, sobre todo en este mundo actual, en el que la mediocridad, la insensatez, el absurdo y la mezquindad son cada vez más trabajadas, ofrecidas y elevadas al nivel de ejemplo.
Es así como el maestro Chögyam Trungpa, al respecto de lo dicho con anterioridad, expresó: «El mundo es una alucinación masiva compartida». Por ello, no se debe continuar con esa alucinación de darse más dolor para soportar el ya existente o de autoinfligirse insensatez para que haya algo de sentido en la vida. Cada ser humano tiene en sí una obligación moral de ser feliz y de buscar los medios sensatos para ello, esperando que sea suficiente o como mínimo lo necesario para existir en paz y con sentido existencial.
Así que ya lo sabe, querido lector, no más victimización, mejor más comprensión, aceptación y amor propio.