La lamentable tragedia en Valencia, España, y sus alrededores puso al descubierto dos casos de mala praxis periodística; de los cuales uno fue a todas luces intencional, mientras que el otro quizá se debió a un desafortunado descuido.
El primer caso se dio en un reportaje en directo del programa televisivo llamado Horizonte, en el que quien informaba desde el lugar de los hechos se apartó por un instante de las cámaras y, creyendo que nadie lo observaba, se hincó en el lodo para después aparecer ante la audiencia como un sufrido y sacrificado miembro de la prensa. Una acción sin sentido, pues no era necesario imprimir más dramatismo, y menos de manera artificial, a una situación que ya de por sí era caótica.
El otro caso, el que considero que pudo haber sido por una lamentable desatención, fue el de una reportera, la cual mientras hacía un recorrido transmitido también en directo poco después del desastre dio lectura a una frase de descontento contra el presidente de España escrita con barro en una pared, la cual decía: «Pedro H D P», frase que todos sabemos lo que significa. Sin embargo, ella leyó: «Pedro, descansa en paz», como si el escrito hubiese estado dedicado a un vecino muerto en las inundaciones. Intencionalmente o no, lo que hizo causó un gran revuelo al considerar que fue con el afán de no ensuciar más o, en su defecto, proteger la imagen del jefe de Gobierno español, maltrecha ya por su mala gestión y dañada aún más por su lenta reacción y falta de empatía respecto a lo sucedido en Valencia.
Ambos episodios en el periodismo de España me hicieron recordar la forma en que por años aquí en el país algunos medios han manipulado la información en beneficio de sus propios intereses, y me trajeron a colación dos casos puntuales.
El primero es acerca de lo hecho una vez por un medio, otrora de gran circulación, que cambió a última hora el titular de una portada referente al resultado de una encuesta realizada por ellos mismos, el cual decía: «País desea reelección de Nayib Bukele».
Lo que la portada decía, aunque era totalmente cierto, no era positivo a los intereses del periódico ni acorde a su condición opositora, por lo que decidieron cambiar el titular por otro que dijera todo lo opuesto y lo lograron hacer en la edición digital, no así en la edición impresa, donde fue visto por quienes todavía optaban por esa clase de medios.
El otro caso es el de una noticia bastante reciente donde un medio, con el claro objetivo de desprestigiar al actual Gobierno, publicó un documento al cual le falsificaron la fecha para hacerlo coincidir con un hecho sucedido en otro tiempo, en otro lugar y en otro contexto, y con el cual no guardaba ninguna relación.
Es algo parecido al segundo caso de España. Ambos son reprochables, porque igual es incorrecto el tratar de mantener limpia la imagen de un Gobierno a pesar de sus errores (si es que esa hubiese sido la intención de la reportera), como son incorrectas las acciones fraudulentas del medio local al falsificar un documento para buscar ensuciar la imagen de funcionarios estatales.
En los cuatro casos descritos existe mala praxis, la única diferencia es que en España los responsables de esos medios salieron a dar la cara y prometieron enmendar; mientras que aquí niegan todo y se hacen los desentendidos, actitud que da lugar a pensar que son ellos mismos los que promueven esos actos tan poco profesionales.