Marco Aguilar proviene de Santiago de María; Bryan García, de Sensuntepeque; Luis Valle, de Sonsonate; los hermanos Arias (Carlos y Alejandro), de La Libertad; Eduardo Escalante, de Santa Ana; Ernesto Lahud, de Apopa; Álvaro Alas, de San Salvador; Anthony Reyes, de Virginia; Roberto Martínez, de Houston; Ronnie Aguilar, de Los Ángeles, y José Araujo, de Canadá.
Todos forman parte de la selección mayor masculina de baloncesto que el pasado lunes avanzó a la siguiente ronda del preclasificatorio de las Américas para la Copa del Mundo FIBA 2023. Y creo que es momento de celebrar porque, en la historia reciente de esta disciplina deportiva, no hay registro de haber logrado dos victorias ante rivales caribeños (Jamaica y Guyana que, aunque esté en Sudamérica, es vinculada culturalmente al Caribe) en un mismo torneo.
Hasta 2013, cuando llegamos a la Federación Salvadoreña de Baloncesto, resultaba extraño, por no decir imposible, que muchachos del interior del país lograran ponerse la camisa azul y blanco. Los intereses creados, la falta de visión y la incredulidad predominaban en los que mandaban en la Fesabal y hacían que todo se concentrara en San Salvador.
Nosotros apostamos por otra cosa. Bueno, por otras cosas. Primero, la descentralización. Y es que, en lo particular, estoy convencido de que hay talento más allá de la capital. En los parques, en los cantones y en las colonias hay jugadores habilidosos, pero sería irresponsable lanzarlos al ruedo así por así, tal y como sugieren muchos en redes sociales.
Los jugadores de selección nacional no se pueden bajar como mangos de los árboles. Necesitan procesos, preparación, fogueos. Y esos elementos se los hemos proporcionado no solo a los seleccionados, sino en general a los jugadores salvadoreños que participan en la Liga Mayor de Baloncesto. Pero también hay que mencionar que no todo el que tiene habilidades quiere sacrificarse para adquirir el compromiso de lo que significa ser un atleta de alto rendimiento o pertenecer a la selección nacional. La LMB nos ha permitido, por ejemplo, encaminar a sus participantes al profesionalismo. Estamos claros en que no hemos llegado a los niveles que ya alcanzó Jamaica, selección a la que derrotamos y cuyos 10 jugadores que vinieron al país se dedican —y viven— plenamente del deporte. Incluso, en su plantilla presentó a un exjugador de la NBA. También superamos a Guyana, que contaba en sus filas con jugadores que ganan hasta $5 millones al año.
Ahora bien, fue gracias a esa Liga Mayor de Baloncesto que descubrimos los talentos de Marco, Bryan, Eduardo, Luis, entre otros. Y ellos, al jugar en esta liga, tuvieron la oportunidad de chocar en reiteradas ocasiones con ticos, con nicaragüenses e, incluso, con el centro guyanés que jugó en nuestro país. Eso, entonces, los preparó para disputar sin temor alguno el preclasificatorio, en donde mostraron temple y carácter cada vez que saltaron a la duela.
Nuestro baloncesto ha evolucionado, y eso queda reflejado en la organización y el nivel de los dos últimos eventos internacionales organizados por la Fesabal. Y también en el nivel de juego mostrado, la garra y el coraje que los nuestros pusieron sobre la duela, en la pintura y bajo la tabla. En lo personal, me quedo con lo hecho ante Guyana, Nicaragua y Jamaica, y dejo en el olvido el juego ante Costa Rica, que dista demasiado de lo presentado en los otros tres juegos.
Reitero: lo hecho por esta selección masculina salvadoreña de baloncesto no es poca cosa. Sí, dejaron ir el juego ante Nicaragua luego de ir arriba hasta por 20 puntos, pero en ese mismo torneo derrotaron a dos equipos caribeños que salían como habituales e históricos favoritos para quedarse con las primeras plazas de esta eliminatoria, gracias a su ranking. Pero en el deporte nada está escrito y es por eso que, después de un inicio titubeante, los nuestros pudieron darle vuelta a la tortilla y quedarse con el tercer boleto a la siguiente ronda.
Luego de albergar estos dos eventos internacionales (el CentroBasket mayor femenino y el preclasificatorio masculino) que nunca se habían organizado en nuestro país y ver los resultados, estoy convencido de que El Salvador se encuentra en el camino correcto y en el descubrimiento de una forma de juego. Vamos a continuar con esta apuesta a largo plazo, aun y cuando algunos no conozcan el significado de la palabra paciencia, se olviden de dónde se encontraba el baloncesto salvadoreño, hacia a dónde iba antes de nuestra llegada y que siguen viviendo del pasado, incluso de aquel pasado cuando este servidor ni tan siquiera había nacido.
Obviamente no menospreciamos nada de lo que sucedió en ese pasado. Reconocemos lo logrado, recogemos lo bueno y desechamos lo malo. Sabemos que aún falta mucho por hacer, pero estamos seguros de que vamos por el camino correcto.
Por hoy, solo nos resta agradecer a los muchachos y a las chicas que tuvieron el valor para ponerse la camisa azul y blanco, al cuerpo técnico que dirigió a ambas selecciones (Ray, Tituya, Colocho, Bryan, Max, Rodolfo y Enock) y también al público que apoyó en todo momento, ya que, sin duda alguna, jugaron un papel extraordinario y por eso este triunfo es también de ustedes.