Una pareja de españoles comprometidos con el medioambiente y con deseos de sensibilizar sobre la deforestación se reunieron en la Selva Maya, en México, en donde tomaron sus bicicletas y comenzaron a pedalear.
Ellos son Isabel Vázquez y Pablo García. Ambos nacieron en Madrid, España, en donde se criaron en medio de la naturaleza, por lo que sus deseos por conocer nuevas culturas y la agricultura en diferentes países son parte de sus propósitos. Los jóvenes cuentan que se hicieron novios en noviembre del año pasado, y el plan inicial era «mochilear», viajar solo con una mochila, pero a uno de ellos se le ocurrió recorrer en bicicleta desde México hasta la Selva Amazónica, Ecuador.
Isabel contó que cuando le comentó a su madre que iba a hacer ese viaje en defensa de la selva y le dijo los países que iban a recorrer, se preocupó mucho, ya que en Europa se habla bastante sobre las pandillas.
«Antes de entrar siempre nos decían que cuidado en El Salvador, e incluso en Europa nos decían que El Salvador, Honduras y Guatemala son puntos rojos, pero el resto de los viajeros que ya conocían El Salvador nos hablaban muy bien de la gente, y personalmente pasé de tener miedo a entrar a El Salvador y tener unas ganas terribles de conocerlo», dijo Isabel.
Asimismo, expresó que estaba encantada con la calidad y humanidad de los salvadoreños. Ella dijo que tienen más de un mes de estar en el país y se han sentido muy seguros. «No hemos tenido ningún problema acá, ninguno. En Europa, en las noticias se escuchaba mucho de violencia en El Salvador, y precisamente por el miedo que habla la gente es por el tema de las pandillas, pero hemos comprobado que no es así», recalcó.
Además, dijo que los departamentos que han recorrido son Sonsonate, La Libertad y Morazán, en donde han tenido que pedir permiso en alcaldías para extender su tienda de acampar y dormir en los corredores y parques.
En el caso de Sonsonate, estuvieron en playa Dorada, en donde tuvieron la oportunidad de ver cuando una tortuga desovó. Esta semana se encuentran en Perquín, Morazán, disfrutando de los paisajes del sector.
Para financiar el viaje, intercambian hacer tatuajes por alojamiento o por dinero. En El Zonte tatuaron a seis personas. Los jóvenes cuentan que en su bicicleta cargan taza, una pequeña cocina y calentador, purificador de agua y frazadas. Pablo destaca que ha aprendido mucho en El Salvador, por lo que esperan llevar un poco de información a su país. «En El Salvador hemos aprendido que cuidando la práctica en la que un campesino trabaja respetando la tierra no solo se aumenta la productividad, es más rentable y no se expande la llamada frontera agrícola», dijo.