Sobrepasar la ley moral prescrita por Dios para establecer leyes que violan los principios y valores de los 10 mandamientos no es sabio, y pretender darle el carácter pétreo a aspectos que no están sustentados en estos mandamientos que Dios escribió en piedras es necio.
Es comprensible que, por ignorancia, por intereses personales o de grupos, se pretenda darles carácter pétreo a cosas que no lo tienen, mientras se le quitan derechos fundamentales al ser humano. Aunque es comprensible, no quiere decir que debamos aceptarlo, porque como ya lo hemos dicho, esto lleva a los pueblos a la bancarrota y al precipicio. Es necesario entonces que los 10 mandamientos, como lo fueron para el derecho romano, sean la base sobre la cual debemos reformar la Constitución de nuestra república para bien de todos.
El derecho romano tomó en cuenta tres principios en su formulación por el jurista Domicio Ulpiano, consejero pretoriano durante el mandato del emperador Alejandro Severo (222-235): vivir honestamente («honeste vivere»), no dañar a nadie («alterum non laedere») y dar a cada uno lo suyo («suum cuique tribuere»).
Tres aspectos que pueden ser resumidos en el segundo y gran mandamiento que nos dio el Señor Jesús: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», con el que resumió los últimos seis mandamientos de la ley de Moisés escrita en piedras por el dedo de Dios.
Mientras aspectos como la duración de un mandato presidencial, las formas de gobierno y el sistema económico no son pétreos, aunque se pretenda que así sea, sí lo son el derecho y respeto a la familia nuclear, formada por padre, madre e hijos, según el quinto mandamiento; el derecho y respeto a la vida, según el sexto mandamiento; el derecho y respeto al matrimonio y a la pureza e integridad sexual, según el séptimo mandamiento; el derecho y respeto a la propiedad privada, según el octavo mandamiento; el derecho y respeto a la libre expresión bajo la verdad y el respeto a la reputación individual, según el noveno mandamiento, y el derecho y respeto a las libertades individuales, según el décimo mandamiento.
Todos estos mandamientos tienen que ver con el amor al prójimo y la vida que Dios ha ordenado para que la podamos disfrutar. Definir la conformación de los poderes del Estado, sus períodos y funcionamiento, así como el funcionamiento económico, el sistema de justicia y demás aspectos que una nación requiere para poder vivir en quietud y honestidad, procurando el bienestar y la prosperidad de sus habitantes pueden tener sus variantes y peculiaridades, pero lo pétreo y que, por tanto, no es negociable son el derecho y respeto a los aspectos expresados en la ley que Dios escribió en piedras.
Oramos porque aquellos que están involucrados en este proceso de revisión de la Constitución de El Salvador y por todos aquellos que tomarán la decisión final, para que no se violen estos principios fundamentales de los derechos humanos universales para la convivencia de todos los ciudadanos de nuestra querida nación. Oremos: Señor, que la única nación del mundo que lleva tu nombre, El Salvador, y en la que se expresa en su bandera «Dios Unión Libertad» sea legislada bajo estos principios que producen armonía y justicia social, trayendo bendición y prosperidad para todos sus habitantes. Amén.