Erróneamente hay un mito entre algunas personas sobre la acción de los dulces en los dientes: los dulces pueden engordarnos, ponernos eufóricos, favorecer el desarrollo de alteraciones como el hígado graso, las enfermedades cardiovasculares o la diabetes, pero no producen caries.
La caries es una enfermedad causada por una bacteria —así como la caspa la produce un hongo o la gripe la produce un virus—, es decir, por un microorganismo que ingresa al cuerpo y provoca daños en un órgano. La tuberculosis puede afectar los pulmones, el VIH daña el sistema inmunológico y las bacterias cariogénicas provocan lesiones en los dientes, los degradan de tal forma que se fracturan y terminan exponiendo la capa más interna del diente, en donde estimulan el nervio y producen dolor.
El azúcar en la boca es un alimento para estos microorganismos que favorece la formación de una masa crítica de bacterias, que puede aumentar la acidez y desmineralizar el esmalte de los dientes y hacerlos, primero, blancos como el yeso, y luego provocar cavidades que los fracturan o los pigmentan de negro o café.
¿Qué hace el odontólogo: tapa el agujero o mata la bacteria?
Espero que tu dentista mate la bacteria. El control bacteriano se lleva a cabo con medicamentos para controlar el microorganismo. Luego de eliminar las bacterias que hacen daño, se tapan las cavidades con materiales que no son esmalte dentario, aunque se parecen en el color. Cada diente rehabilitado «con rellenos» debe ser limpiado de tal forma que no permita que en el borde entre el diente y el material nuevo se aniden otra vez las bacterias y provoquen más daños.
Los enjuagues con sal, bicarbonato o algún enjuague bucal comercial son efectivos; el cepillado diario de forma personalizada y el uso de hilo dental —para los que tienen contactos muy fuertes entre los dientes— no son difíciles de hacer y deberían ser una experiencia agradable. Toda la rutina diaria de limpieza bucal profunda se puede hacer por la noche. Puedes buscar una canción de 3 minutos y mientras la escuchas ejecutar el cepillado, hacer el enjuague bucal, pasar el hilo dental y disfrutarlos con ritmo y entusiasmo.
El cepillo nunca debe ser de cerdas duras, esos se usan para limpiar los zapatos. El hilo debe tener cera para que se deslice fácilmente entre los dientes. Los enjuagues diarios no deben contener alcohol. Tampoco es necesaria tanta agua para retirar los restos de la pasta de dientes; si quedan residuos, no pasa nada, el flúor que contiene la pasta puede ayudar a fortalecer el esmalte de los dientes.
No hay que olvidar que el odontólogo hace exámenes para evaluar el número de piezas afectadas, el aliento, el sabor que refiere el paciente, el aspecto visual, las radiografías o el recuento de bacterias, y puede determinar la presencia de los microorganismos que provocan daño. Se debe acudir a la consulta una vez al año para verificar la presencia de bacterias. El especialista en salud bucal orientará y dirá cuáles medicamentos ayudarán a controlar y a evitar el desarrollo de la enfermedad.