El Complejo Industrial Penitenciario de Santa Ana es un claro ejemplo de que el sistema carcelario de El Salvador se ha transformado sin precedentes, ya que las cárceles pasaron de ser centros de operaciones de las pandillas, durante los gobiernos del FMLN, a modelos de sostenibilidad promovido por las actuales autoridades bajo un clima de orden, control y disciplina.
La granja penitenciaria de Santa Ana cuenta con características de autosostenibilidad, pues la producción agrícola está a cargo de la población reclusa, es decir, los reos en fase de confianza [no pandilleros] que forman parte del Plan Cero Ocio, con el que se promueve que entre ellos haya un aprovechamiento del tiempo.
Cada uno de los privados que desea formar parte de este programa deberá cumplir estrictos requisitos de buen comportamiento y otras condiciones de la ley.
«Diario El Salvador» recorrió la zona de los cultivos de esta prisión y constató el empeño que los privados de libertad ponen para producir frutas, verduras, hortalizas, entre otros cultivos que sirven para preparar su propia alimentación.
Los privados de libertad que llegan con un conocimiento nulo sobre estas actividades, ahí mismo reciben capacitaciones para aprender a preparar la tierra, cultivar y recolectar la cosecha. La capacitación trasciende cuando aprenden a cocinar los alimentos de forma industrial.
En ese centro carcelario también existen áreas de crianza de ganado, tilapia, cerdo, aves, entre otras especies. El objetivo de estas actividades es crear en los reclusos rutinas de trabajo para que al cumplir sus condenas les sean de utilidad para reincorporarse a la sociedad. Fuentes oficiales indicaron que un estimado de 2,500 privados de libertad desarrollan actividades agrícolas, 1,000 se han involucrados en la producción industrial, como la elaboración de pupitres para las escuelas; y 2,000 en labores de limpieza para borrar grafitis de pandillas en colonias y comunidades del país.