DeOpinión
Odisea Cinéfila
Nicolás Baires, productor audiovisual
Artículos sobre cine/ Tercera entrega.
En nuestra primera entrega (22-9-2021) hablamos sobre cómo las grandes potencias encontraron en el cine una de las armas más poderosas de adoctrinamiento propagandístico después de la Segunda Guerra Mundial.
Como respuesta a la invasión ideológica de los grandes estudios, en la década de los setenta se consolida un movimiento de contrapropaganda fuera de Hollywood, creando el llamado Cine Alternativo.
Para ese momento, el cine de propaganda europeo llevaba años muerto y había encontrado nuevas formas de expresión artística a través de una narrativa intelectual, haciendo énfasis en lo estético y buscando generar experiencias atractivas y desafiantes entre sus audiencias.
Es así que el cine alternativo estadounidense se vale de esas características para exponer una realidad contraria a lo que el «establishment» ha decidido presentar. Historias sobre la crueldad de la guerra (para ese entonces Estados Unidos se encontraba en guerra con Vietnam), la explotación sexual, la segregación, la brutalidad policial, la burocracia, la criminalidad y otros temas son abordados a través de un realismo crítico que conecta rápidamente con sus audiencias y logra hacerse camino en la popularidad.
Llegamos, entonces, a un punto donde, por un lado, tenemos grandes estudios que ensalzan, inculcan y prolongan el estilo de vida «americano», y, por otro lado, el cine alternativo o independiente que busca salirse de ese estereotipo, cuestionando su realidad.
Con la entrada de nuevos sistemas de difusión, como el «streaming», las redes sociales, el DVD y otros, los alcances del cine se han vuelto casi omnipresentes, así como las facilidades de creación y producción de piezas con fines específicos disfrazadas de entretenimiento o cine artístico. La narrativa audiovisual concebida y desarrollada en el cine es ahora una característica vital de la mercadotecnia. Asimismo, la propaganda se vale del cine para poder llevar su mensaje de forma sutil, valiéndose de nuevas estrategias tomando a sus audiencias desprevenidas
El cine alternativo no está exento de estas estrategias. Con la factibilidad de la viralidad y la potenciación de las minorías, ahora es fácil que muchas ideologías que antes quedaban en rumores se «confirmen» como verdades absolutas.
El mejor ejemplo de esto es un documental titulado «Vaxxed». En el marco del festival Tribeca de 2016, Robert DeNiro anunció la incorporación del polémico documental que «generaría debate» sobre la relación entre las vacunas y el autismo, movimiento que ha cobrado un gran auge entre la sociedad norteamericana.
DeNiro, quien tiene un hijo autista, decidió incorporar el controvertido documental, a pesar de ser advertido por la comunidad médica de su sesgo ideológico (su función principal parece que es desacreditar al centro de control de enfermedades del Gobierno de Estados Unidos), pero, sobre todo, de su carencia de sustento científico sobre la realidad que pregona este movimiento. Luego de un cuidadoso análisis por parte de DeNiro y otros asesores, se llegó a la conclusión de que lo mejor sería vetar de la programación de dicho documental.
Las pseudociencias parecieran cobrar auge en la sociedad moderna, sobre todo gracias a documentales, cortometrajes, infomerciales e incluso películas que le dan valor y peso a estas prácticas que en otros tiempos se hubieran considerado incluso antiéticas.
Lo mismo sucede en un ambiente ultraconspiracionista en el que todo parece estar ligado a los illuminati. Hamid Dabashi nos dice que «las teorías conspiracionistas se han convertido en la teoría general de cómo funciona el mundo», aduciendo que estas teorías han venido a suplantar la religión en algunos casos. Es la forma como los iletrados explican el mundo actual. Sumado a eso, la desinformación, ya sea de forma mezquina o ignorante, se lucra de atraer públicos desubicados ávidos de información apocalíptica.
En un profundo caudal de desinformación, se ahogan aportes científicos de notable trascendencia y de carácter altamente didáctico. Nótese la diferencia del nivel de audiencia entre el programa «Cosmos», de Carl Sagan (10 episodios de teorías científicas ilustradas), versus el programa altamente popular «Viajeros ancestrales» (147 episodios de hipótesis conspirativas dramatizadas).
Ahora más que nunca se ponen de manifiesto los principios de propaganda de Goebbles: simplificación, vulgarización y contagio. Datos exagerados y desfigurados basados en realidades a medias, que pretenden crear movimientos sociales revolucionarios que supondrán cambios radicales en el sistema o, por el contrario, volver irrefutables sus paradigmas apelando a las emociones y a las creencias personales por sobre los hechos objetivos. Hablamos de la posverdad.
La acción de DeNiro en el festival de Tribeca marca un acontecimiento que podremos y esperamos ver con mayor frecuencia en los próximos años bajo la crisis política en la que nos encontramos: un veto a la información insustentable.
Autores críticos y objetivos cobran fuerza como un movimiento insurgente a la posverdad: Michael Moore, Bill Maher, Bill Nye, Al Gore, entre muchos otros. Pero no será hasta que se restablezcan los principios éticos en el periodismo actual, cese su sometimiento a intereses particulares, que no se permita la espectacularización de los políticos y se controle la manipulación y la fragmentación de la ciudadanía, que se podrá arrancar de raíz este auge inconmensurable de polarización ideológica que está destruyendo la capacidad de asombrar, sorprender y entretener que siempre ha tenido el cine