El maestro Sören Kierkegaard solía decir: «Nuestra vida siempre expresa el resultado de nuestros pensamientos dominantes». Una vida significativa siempre ha sido una de las temáticas con mayor reflexión en el mundo académico y espiritual de los países cultos; ese equilibrio entre el anhelo y los principios es, sin duda alguna, el meollo a problematizar si se quiere comprender sobre este fenómeno de suma importancia.
Ciertamente, una vida es una vida, mas esta puede ser significativa o no; las canas de un anciano, los títulos académicos o la autoridad por poder no siempre ameritan sabiduría o experiencia, muchas veces solo demuestran más años haciendo lo medianamente igual, es decir, mediocridad. Por ello, es fundamental comprender la postura de Kierkegaard, el pensamiento significativo determina una vida significativa.
Empero, el que aprende a callar y a reflexionar suele emancipar su espíritu, y eso precisamente es el primer paso hacia una vida significativa. Pero ¿qué debemos entender por vida significativa? Pues bien, está claro que la vida es el fenómeno de cada ser vivo para crecer, reproducirse y morir; y lo significativo, según el diccionario, implica: «Lo que señala una realidad y es importante por lo que representa».
Tal como expresó tan bellamente Juan Jacobo Rousseau: «El hombre nació libre, pero pasa su vida encadenado en todos lados». Esta es una verdad a todas luces, que no amerita mayor reflexión para darse cuenta de esta realidad vivida por la humanidad. Si no consideramos este aspecto trascendente de la existencia encarnada, podría llevarnos a una vida en decadencia.
Por tanto, ¿qué implica la significatividad de la vida? Despertarse del sueño irreal y empezar a accionar por el sueño real, por el saber real, por la vida real, por las cosas reales, por los amores reales. Como expresó el maestro Osho: «La responsabilidad es una cara de la moneda, y la otra es la libertad. Puedes tener las dos cosas juntas o abandonarlas juntas. Si no quieres responsabilidad, tampoco tendrás libertad, y sin libertad no existe crecimiento».
De ahí que, creer que la vida es un simple regalo es aún no haber comprendido el significado de esta. Quien tiene prisa por darse a conocer y ser respetado aún no ha comprendido que no ha empezado a vivir. Quien no disfruta el momento presente, con amor, reflexión y plenitud, aún no ha percibido que solo hay una vida. Quien no aprende que el dolor o el placer solo son dos caras de la misma existencia aún no ha interpretado que ambas son la caricia de Dios.
De tal suerte, querido lector, espero que tomes en cuenta esta reflexión, ya que, como expresó el maestro Albert Camus: «El ser humano es la única criatura que rechaza ser lo que es». Así que debemos empezar a aceptar lo que somos para poder crecer y elevarnos por encima de la mediocridad de esta sociedad. No es fácil lo que propongo, pero sí de magna importancia para la vida; sin embargo, al final, cada uno tiene la decisión final de vivir una vida descolorida y plástica o una vida realmente significativa.
«Quien crea que su propia vida y la de sus semejantes está privada de significado no es solo infeliz, sino que apenas es capaz de vivir», Albert Einstein.