El Salvador habló contundentemente el 28-F, ese día marcó una bisagra en la historia de nuestro país. Los salvadoreños que acudimos a las urnas teníamos en mente cambiar la forma tradicional de hacer política y abrir una nueva era de progreso y prosperidad para nuestro país.
Es que nada pudo detener la voluntad de los salvadoreños, a pesar de los diferentes intentos de bloquear a la población para emitir el voto; un Tribunal Supremo Electoral sesgado políticamente, que en pleno 2021 con toda la tecnología y con todo el presupuesto asignado, ha sido preocupante su accionar, tuvo infinidad de carencias e increíblemente hemos tenido que esperar semanas para los resultados oficiales. Una materia pendiente es transparentar el Tribunal Supremo Electoral y convertirlo en un ente capaz.
Pero eso ya es pasado, estos momentos son de optimismo, y es que ya no queremos funcionarios que piensen vilmente en sus intereses particulares. Queremos servidores públicos, como se dice literalmente: que estén al servicio pleno de la población; como muchos ministros actuales que no son ministros de escritorios sino de trabajo en campo, por eso y por su trabajo tienen la simpatía de la población. Ojalá sea cosa del pasado los funcionarios prepotentes, que ven a las personas abajo del hombro, que utilizan a la población solo para actos publicitarios y se activan en campaña electoral; que ven a las personas como números, como encuestas y no como seres humanos con sentimientos, carencias y necesidades. La asamblea legislativa debe ser la casa de la población, debe estar abierta a recibir a cualquier salvadoreño y cualquier problema de país.
Lo anterior también debe traducirse en todas las entidades de Gobierno, ya no deben existir funcionarios ni jefes prepotentes con conductas inadecuadas laboralmente hablando, que gritan a su personal y luego les cuelgan el teléfono, que no respetan los canales de comunicación, que amenazan con el despido y ejercen acoso laboral.
Increíblemente, las elecciones pasadas «sorprendieron» nada más a los que perdieron, que al parecer aún después de esa paliza no reconocen sus errores, ya que siguen culpando a una persona mas no a sus actos, y si dichos resultados no los sacan de su ignorancia, pues definitivamente nada lo hará. Esos que aún creen que los que fueron a votar en su contra son troles y que solo existen en el mundo virtual. Nada de «mea culpa», de autoanálisis, de replantear líneas de estrategias, parecieran resignados ya a desaparecer ahora que son casi nada.
Ojalá que quede atrás el triste espectáculo de humor negro en el que se convirtió en algún momento el pleno legislativo. Qué bueno que ya anunciaron cambios sustanciales, y es que los nuevos diputados deberán llegar a trabajar para solventar los problemas de la población, porque eso es lo que queremos los salvadoreños, trabajo y soluciones, y que esto se vea traducido en una mejor calidad de vida para la colectividad.
«La voz del pueblo, es la voz de Dios», así que oponerse a ella y más aún tratar de invisibilizarla, trae consecuencias graves, ningunearon el poder de la población y al final fue una bomba que les estalló en la cara y ni aun así se dan cuenta de lo que les pasó. ¡Que viva la democracia!