Cuando me incorporo a una reunión o a un grupo que no me conoce y me preguntan ¿quién eres?, lo resumo con mi nombre, como todos, pero qué pasa al preguntarnos ¿quién soy? Es aquí cuando la pregunta se convierte en algo más profundo. Es fácil describir a los demás, ver las virtudes o los defectos de los demás, pero cuando es con nosotros, se complica, porque no queremos parecer altaneros ni tampoco demasiado estrictos.
Desde los antiguos griegos y la época de los filósofos, se inició con la pregunta ¿quién soy? En ocasiones tenemos personas que son referentes para nuestros proyectos de vida o modelos de vida a seguir, pero cuando estamos siguiendo esos caminos y no logramos exactamente lo que ellos, hay una tendencia a decepcionarnos, a culparnos, y hasta a cambiar el concepto hacia nosotros; pensamos en la palabra «fracaso», y es lo que sucede cuando seguimos los sueños de otros, tomamos la palabra de esas personas como una orden de la dirección que debe llevar nuestra vida, pero acá radica la importancia de hacer lo correcto, que una persona a quien respeto me dijo que lo correcto es lo que está entre lo legal y lo bueno.
Antes de que cada uno responda a la pregunta tan esencial que nos permitirá estar satisfechos de nosotros mismos, debemos ser totalmente honestos y auténticos, así que podemos empezar a definir quién soy, primero, con reflexionar en nuestras habilidades. Todos tenemos fortalezas y todos somos buenos en algo diferente, porque podemos hacer lo mismo que otros, pero a nuestro modo, con ese toque personal. Otro pensamiento que nos apoyará es la meditación de lo que se nos dificulta; hay que admitir que existen cosas en las que no somos buenos, pero nadie nace aprendido, y en su mayoría, las que ahora tenemos como habilidades han sido adquiridas con base en la disciplina y la constancia.
Nos preparamos de forma académica para adquirir muchos conocimientos, que nos permitan desarrollarnos profesionalmente, pero, en esencia, no es algo que nos identifique: podemos tener un logro académico con el que antepongamos un título a nuestro nombre, pero las personas siempre nos recordarán por la forma en la que nos relacionamos con ellas, por cómo las tratamos. No importa si eres hombre o mujer, si te entregaron un documento que dice «Doctor en Medicina», «Licenciatura en Administración de Empresas», «Arquitectura en Diseño de Interiores» o si eres fontanero, costurera, cocinero. La forma en la que trates a los demás, la honestidad con la que trabajes, la pasión con la que hagas cualquier cosa a la que te dediques, eso es la verdadera esencia y respuesta a ¿quién soy?
Cualquiera que sea el trabajo honesto en que te desenvuelvas o desees, si ha sido o es tu decisión, te hace feliz y no genera maldad en nadie, ese es tu camino; seguir el sueño de otros será como escalar una montaña con una mochila llena de piedras, como llevar los zapatos equivocados en un viaje que no te corresponde. No existen los caminos fáciles o difíciles, todo depende de tu determinación, constancia y disciplina para alcanzar tus objetivos. Así, cuando pienses en la pregunta ¿quién soy?, cualquiera que sea tu respuesta, tendrás plena satisfacción y una sonrisa que contagie a otros.