El otro fracaso es el programa social educativo Vamos a la Escuela, impulsado por los gobiernos del FMLN, donde destacaba la entrega de paquetes escolares, uniformes, calzado y útiles; así como el conocido Vaso de Leche, aclaro que esto no fue nada nuevo, pues los programas de alimentación escolar siempre han existido, se les conoció como programa de alimentos, la galleta nutricionalmente mejorada, entre otros, y finalizaron con su conocido proyecto Un Niño Una Computadora, que fue el robo más descarado, pues se vendió la idea de que se daría a cada estudiante una computadora, pero lo que realmente hicieron fue adecuar un salón de clases y se le asignaba a cada centro escolar una cantidad de Lempitas (ahora forman parte de la basura tecnológica que aún existen en los activos fijos de cada escuela y hay que retirarlas). Esto último fue corregido por el actual Gobierno, cuando ahora sí se le asigna a cada estudiante una computadora actualizada y tableta para los primeros grados.
Pasado el tiempo habrá que analizar si los grandes indicadores educativos, como son deserción, ausentismo, repitencia y extraedad, se corrigieron con los programas impulsados por las carteras de educación manejadas por ARENA y el FMLN. La respuesta es no.
Obviamente, ellos siempre buscaron generar la imagen de que los servicios públicos eran de menor calidad que los ofrecidos desde el Estado, cosa rara, ya que los mismos dirigentes de izquierda cuando pudieron enviaron a sus hijos a estudiar a instituciones privadas onerosas y me consta, siendo ellos administradores de un Gobierno, es decir, ellos mismos daban la pauta para hacer creer que la escuela pública no ofrecía calidad y ese paradigma lo ha roto el nuevo Gobierno, pues ahora se privilegia al sistema educativo público con instalaciones propicias para la enseñanza y el aprendizaje, lo cual he evidenciado con recorridos por diferentes instituciones educativas intervenidas por el actual Gobierno.
Así mismo, se vuelve atractiva la escuela salvadoreña al actualizar el sector docente en el uso de nuevas tecnologías y equipo de última generación y nuevas metodologías de enseñanza, lo cual implica desarrollar un proceso de reingeniería del sistema educativo que vuelve más altas las exigencias, pero garantizando y optimizando el recurso humano del sector educativo, que son cerca de 50,000 docentes en el ejercicio de sus funciones y cerca de 1,300,000 estudiantes del sector público para el año lectivo 2022, cifra que se proyecta que incremente en 2023 debido a que la gente, es decir, los padres o madres de familia, están viendo en la escuela pública mejoras sustanciales, además de la entrega de equipos tecnológicos, lo cual redundará en la reducción de la brecha digital y, por ende, en elevar la calidad educativa.
El escenario se vuelve propicio para reeducar a todo un sistema educativo. Me refiero a que se deberían centralizar los recursos entregados a los centros escolares en concepto de bonos de operación y funcionamiento, debido a que esto representa una fallida política descentralizadora que viene desde la firma de la paz por las cúpulas y que generó diversas dispersiones, tal como ocurrió con la mayoría de las alcaldías que usaron el Fodes para otros usos que no eran los programados. Me parece que es el momento de hacer un alto en el camino y revisar la relación costo-beneficio de mantener descentralizados esos recursos o centralizar para corregir las dispersiones y anomalías que se conocen, de hecho, algunas judicializadas.
Es importante también que se revise a los tribunales calificadores de la carrera docente y se investigue con lupa los intereses y las tendencias de sus miembros, pues ya se conoce que en las plazas asignadas recientemente hay, inclusive, reasignación de exfuncionarios del FMLN con plazas privilegiadas. Esto en detrimento de docentes que vienen solicitando por años un espacio laboral, lo cual no es un acto de justicia. Lo que quiero decir es que se centralice incluso desde el Ministerio de Educación un equipo de especialistas para estudiar las asignaciones de plazas y derogar al Tribunal Calificador de la Carrera Docente.
La educación salvadoreña, específicamente la del sector público, hay que reeducarla, o más bien reorientarla, a efecto de ponerla en consonancia con los cambios que actualmente ejecuta el Gobierno y que los resultados se visualicen en el corto, mediano y largo plazo.
La escuela salvadoreña es un espacio al cual se le debe poner especial atención, pues es donde se forma al ciudadano que como sociedad queremos.