Por años a los salvadoreños nos negaron lo que por justicia y por ley nos pertenecía. Un juego de oscuros intereses pudo más que el esfuerzo de millones de salvadoreños que por años trabajaron de forma incansable para sacar adelante a El Salvador.
Los actores protagónicos de esta historia solo recogieron el fruto del trabajo ajeno, reportaron sendas utilidades a sus casas matriz y le dieron la espalda a la gente, que solo veía cómo se repartía el botín entre unos pocos.
Se llaman, casi como si fuera un nombre de honor al que se le debe de hacer reverencia, administradoras de fondos de pensiones, cuando en realidad lo que tienen en consignación es dinero de los trabajadores.
De forma común, la gente les dice con cierto énfasis peyorativo, desprecio y desconfianza «las AFP», porque siguen siendo una extraña nebulosa en medio de un sistema previsional desequilibrado, que quedó en enormes promesas incumplidas y porque olvidó cómo las mayorías por años lo han sostenido, a pesar de que en su ADN tiene intrínseco su autodestrucción y el malestar de un pueblo que nunca ve una salida a favor de sus intereses.
Es esta quizás una de las grandes pruebas para el presidente Nayib Bukele y su Gobierno de por fin borrar este lastre de la historia y abrir el nuevo libro con la página en blanco para escribir el futuro de los trabajadores, tanto los del presente, que están a pocos años de disfrutar el retiro, como también los que poco a poco van empujando las demandas sociales y sus aspiraciones para vivir bien, tanto en este momento trascendental de nuestra historia como más adelante, cuando corresponda recoger cada uno de los frutos que hoy se están cosechando.
La hoja de ruta ya está trazada y faltan pocos días para iniciar el camino hacia esta nueva conquista, donde el principio de todo será el carácter sagrado del dinero de los trabajadores, la certeza de que no se pondrán en riesgo sus ahorros y la voluntad política de siempre hacer lo correcto, porque no podemos jugar con un tema tan delicado y verlo en clave electoral, como cuando se creó el Fideicomiso de Obligaciones Previsionales (FOP) o lo que manoseó el FMLN en 2017, junto con Rodolfo Párker y otros operadores como Roberto Lorenzana, que dejaron como ganadoras a las AFP porque evitaron un recorte en sus comisiones y beneficios que les permite seguir ganando para tener el dinero en sus cuentas y moverlo con amplia discrecionalidad en los fondos de inversión con alto riesgo, especulación y volatilidad.
El presidente Bukele ha sido muy enfático: toda reforma previsional tendrá al centro a los trabajadores, luego se verá el tema del peso que estas ejercen sobre las finanzas del Estado y por último se abordará la nueva institucionalidad que encabezará este tema, ya sea con una AFP del Estado, un esquema mixto o la supresión de estas nefastas instituciones, algo que favorecerá a que por fin no se cobren esas leoninas comisiones por el manejo del fondo, para que esto genere más ahorro y rentabilidad a la gente.
Este último punto es uno de los clamores de más de 40 sindicatos y sectores de trabajadores, que ya sostuvieron una reunión con el presidente Bukele la semana pasada, y acordaron iniciar un diálogo propositivo, técnico e inclusivo para beneficiar a las mayorías asalariadas del país e incluso suprimir a las AFP, luego del debate que se implementará y donde ellos tendrán participación plena, voz y voto.
Un adelanto al respecto está en el Plan Cuscatlán del Gobierno de El Salvador, plasmado en 2019 por el jefe de Estado: se creará un fondo público, se darán variedades para la inversión del dinero (y así aumentar la rentabilidad), se logrará definir pensiones mínimas y máximas y se asumirá por el fin el costo político de no querer abordar el tema con seriedad, ya que se cuenta con una Asamblea Legislativa a favor de los intereses del pueblo y que tiene la capacidad suficiente para sentarse con todos los sectores y analizar, con suficiente coraje, las modificaciones para dar vida al nuevo sistema.
Los otros temas, siempre según el Plan Cuscatlán, van en la perspectiva de mayor cobertura, lo cual debe incluir una parte informal (los trabajadores por cuenta propia), un nuevo esquema de financiamiento para las pensiones, eliminar pensiones de privilegios como el famoso decreto 100 y la disminución (¿o supresión?) de las comisiones, que por el momento están haciendo millonarias a las AFP.
Además, hoy existe la posibilidad en la reforma de pagar mejores pensiones de acuerdo con el último salario, ya que en la actualidad los trabajadores optados nacidos antes de abril de 1962 son jubilados con el 55 % de su salario básico regulador, que es el promedio del salario de los últimos 10 años.
No obstante, en el caso de los obligados nacidos después de esa fecha, se jubilan con lo obtenido en el fondo, por lo que urge establecer la equidad en la fórmula de cálculo ahorrado entre 250 cuotas, lo que equivale a un estimado de 20 años de vida a partir del día de retiro.
Este enfoque, hecho por la Mesa de Trabajo por una Pensión Digna y otros sindicatos de trabajadores, incluye casos donde la persona, si no logra llegar a la pensión mínima de $304, el Gobierno deberá poner la diferencia a través del traslado de fondos y otros apoyos complementarios, no necesariamente un fideicomiso. Por ello, lo que la reforma proyecta es un verdadero acto de justicia para los trabajadores.
«Mucha gente está con pensiones de hambre entregadas por gobiernos anteriores y auspiciadas por algunas grandes empresas», dijo el jefe de Estado salvadoreño el pasado 15 de septiembre, por lo que fiel a ese compromiso transformador se abordará el tema de forma técnica, con claridad de cuál es la filosofía y el bien común, y siempre con la gente al centro de cada acción.
Así, se acabaron los intereses corporativos de las AFP y llegó la hora de un verdadero debate para el pueblo, porque una de las grandes herencias del presidente Bukele será el bienestar para el futuro, con un fondo previsional que dé calidad de vida a cada salvadoreño y por fin lograr el modelo de desarrollo que cada uno merece. Todo está claro y pronto será una realidad, con confianza, determinación y fe en el sendero que avanzamos.