En los últimos días hemos visto que la oposición y sus medios escritos tradicionales creen ser «voces» de la diáspora. Con arrogancia espetan y publican que los salvadoreños en el exterior están en contra del Gobierno del presidente Nayib Bukele.
Es de conocimiento público que el mensaje que trasladan proviene de personajes frustrados en política, que dicen estar preocupados por la democracia y usan su capital para instalarse en otros países y desde ahí crear todo tipo de desinformación y caos.
Generar agenda opositora, repleta de falsedades y conspiraciones, es fácil cuando se tienen los recursos económicos, cuando se contratan políticos arribistas que siempre han lactado de los manuales sucios, seudoperiodistas que se escudan «en la falsa ética y el falso periodismo» para favorecer a sus financistas y arrasar con la reputación de quien sea.
Venderse como «el muñeco de barro hecho en Ilobasco», a la medida de los grupúsculos fácticos que pretenden recuperar el poder a toda costa e instaurar nuevamente el sistema nefasto y corrupto que sometió a El Salvador por más de 30 años, es una aberración y un insulto a las decisiones de los salvadoreños.
La lucha encarnizada por conseguir sus objetivos no tiene límites. No les importa llevarse de encuentro a toda una nación. No les interesa que sean las grandes mayorías, a las que abandonaron por décadas, las que sufran las consecuencias de sus nefastas acciones, asolapadas por extranjeros injerencistas que buscan sus cinco minutos de fama de «influyentes y temibles en el mundo».
El concepto de democracia que los poderes fácticos fabricaron e impusieron en sus gobiernos de ARENA y del FMLN, y que vendieron al mundo, no fue más que la protección de sus intereses oscuros. Disfrazaron de «democracia» las vilezas de sus acciones en menoscabo de las mayorías. Sometieron al país como si fuera su finca, protegiéndose en una Constitución hecha a sus deseos.
Para lo cual instauraron un sistema de «justicia» con sus magistrados y jueces; se tomaron las instituciones contraloras colocando sus presidentes; y pusieron hombres dispuestos a ser sus gerentes en la presidencia de la república.
La democracia que exigen a gritos los poderes fácticos y sus «tontos útiles» es la que les negó educación, salud y seguridad a los salvadoreños. Es la que permitió que el trabajador pagara impuestos mientras el gran capital evadía millones de dólares utilizando a secuaces legislativos que promovieron decretos para lograr sus fines.
La democracia que han perdido es la que usaron para robarse las pensiones de cientos de miles de empleados, la que le negó a la población el derecho al agua, la que fortaleció las arcas de varios empresarios y fundaciones por el envío de dinero a paraísos fiscales. Esa, simplemente, es la democracia de los oportunistas, que ahora luchan por recuperar.
Si por entregar computadoras a los niños en todo el territorio nacional, si por darles acceso a internet gratuito, si por mejorar el sistema de salud y su infraestructura, si por llevarles seguridad, si por aumentar el salario mínimo, si por permitir que la Fuerza Armada entregue alimentos a las familias en lugar de armas, si por establecer un verdadero sistema de pensiones para la dignidad de los cotizantes, si por darles vacunas gratuitas para vencer la COVID-19, si por permitirles libertad económica con criptomonedas, si por apoyar financieramente a los micro, pequeños y medianos empresarios, si por hacer una realidad el voto en el exterior, y por muchas cosas más, a esto se le llama Gobierno antidemocrático, entonces yo grito: bendita dictadura, bendita antidemocracia. Y todo esto, lo que el gobierno del presidente Bukele está haciendo, es aplaudido por la diáspora.
Sin duda alguna, los salvadoreños en el exterior respaldan a nuestro Gobierno. El Salvador está avanzando a una verdadera democracia, a un verdadero Estado de derecho. Y no vamos a retroceder. No daremos ni un paso atrás. La democracia de los oportunistas ha sido vencida.