En el Centro Histórico de San Salvador, un café que invita a la lectura y Renacho Melgar hicieron una sinergia perfecta que dio vida a un mural en el que se ha inmortalizado a una generación de grandes artistas salvadoreños del pincel, el lápiz, el cincel y la pluma.
Hace tres años inició el proyecto y finalizó en la segunda semana de junio en el Café Luz Negra, un bistró que nació como un homenaje a la reconocida obra de teatro de Álvaro Menen Desleal.
«El hecho de que el café tenga esa lectura literaria y que se llame Luz Negra también es una invitación a jugar mucho con Menen Desleal. De eso fue tomando forma el hecho de hacerles un homenaje a los poetas, y ese homenaje fue agarrando otra forma y se transformó en un homenaje a la pintura y la escultura salvadoreñas. Se fueron uniendo varias realidades. Es lo más cercano a una fiesta del té, como en el cuento de Alicia» relata Renacho.
El artista cuenta que el primero que dibujó fue Roque Dalton, y conforme iba haciendo más trazos comenzaron a aparecer otros personajes, como Salarrué, pero no como Salvador Salazar, sino como Sagatara. «El hecho de que Sagatara recreara una forma corpórea con base en las pinturas de Salarrué me permitió jugar y empezar a meter personajes de la pintura nacional que están, a manera de realismo mágico, posando para nosotros o nos están haciendo una invitación a ser parte del mural», añade Renacho.
Roberto Cea, Ricardo Lindo, bodegones de Valero Lecha, la luna de Roberto Bonilla y muchos más son «grandes titanes» que han hecho que Melgar los «retome» por los aportes a la literatura y al arte del país, además de la influencia que han generado en el artista.
«Ellos se han transformado en energía muscular, me han abrazado y he crecido con ellos consumiendo su literatura, consumiendo su pintura, sus posturas políticas e ideológicas», indica Renacho.
La técnica utilizada en este mural, único en su contexto, es el acrílico artístico sobre una pared previamente preparada, en la que colaboró la esposa de Renacho y también el artista Élmer Flores, quien lo describe como «una selfi para el recuerdo».
«Es como pensar que todo esto sucedió de verdad, coincidieron en ese momento, en esa hora y fecha, como cuando vamos a una fiesta y posamos para la foto», explica.
Para el autor, el mural tiene una misión importante: acercar a los visitantes al arte y a la historia nacional.
«Es necesario para mí, como creador, construir alternativas diferentes e inteligentes para acercar la memoria del país al transeúnte y que él pueda jugar conmigo, pueda empezar a construir a partir de lo que conozca y espero que sea un gran pastiche. Al terminarlo, que se vea ese juego entre el realismo mágico, la plástica nacional y la literatura, pero sobre todo que nos invite a tomarnos las fotos», destaca.