Uno de los grandes indicativos de buena gestión gubernamental es la calificación ciudadana. En la medida que las personas se sienten satisfechas con sus gobernantes, tienden a ratificar su confianza en ellos, o, por el contrario, cuando no se cumplen las expectativas o hay una administración pésima, son los mismos ciudadanos los que exigen cambios o sustitución de las personas que están a cargo.
Así ha sucedido a lo largo de la historia y sigue pasando en la actualidad, incluso con mandatarios recientemente electos e incluso con altos niveles de votación. Este es el caso de Gabriel Boric, el joven presidente chileno que derrotó a los grandes partidos que en el pasado gobernaron esa nación sudamericana, pero que en menos de dos meses ha caído a una aprobación de apenas el 24.2 %.
En solo 15 días, la desaprobación de Boric creció 6.8 % y se sitúa en un 57.8 %, de acuerdo con la encuestadora Pulso Ciudadano, lo que refleja el alto grado de malestar, sobre todo por la inacción para frenar el aumento del precio de los combustibles, lo que ha generado protestas en todo el país. Sin embargo, el sondeo de opinión también destaca que los chilenos reclaman por la inflación, el aumento de precios, la delincuencia, los salarios y las pensiones bajas.
En contraparte, el presidente Nayib Bukele, a casi tres años de haber asumido el cargo, no solo goza de altos niveles de popularidad y aprobación, sino que la población salvadoreña está sumamente satisfecha con su labor al frente del Ejecutivo. Prueba de ello es la última encuesta de CID Gallup, que revela que el 97 % de los entrevistados avala el manejo que el Gobierno ha hecho de la pandemia.
Este tema es especialmente importante porque ha tenido repercusiones positivas en el resto de las áreas, como la recuperación económica y la reactivación del tejido productivo, hechos que son destacados por empresarios nacionales.
Además, el Estado ha asumido de manera temporal el aumento de los costos de los combustibles para frenar el aumento de los precios de la comida y las mercaderías, conteniendo, de este modo, la inflación que se ha generado en todo el mundo a consecuencia de la COVID-19, la crisis de la cadena de suministros y los conflictos geopolíticos en Europa.
El respaldo popular a un gobernante se gana a pulso, con medidas en beneficio de la población, y no gobernando en función de grupos de poder u organismos internacionales.