Esta es la hermosa y decidida expresión de un estadista comprometido con su pueblo, que reconoce con humildad la grandeza de su Creador y la valentía de lo que significa ser un instrumento de Dios para sacar a este país —en su mayoría, de profundas convicciones cristianas— de este oscurantismo tenebroso con el que grupos antisociales y mafias organizadas han tratado de llevar luto y dolor a las familias durante muchos años, a una población ignorada y desprotegida por los gobiernos anteriores, que poco o nada hicieron para resolverlo. La Biblia dice que los gobernantes y las autoridades son puestos por Dios, por lo cual merecen nuestro respeto y nos pide orar por ellos.
En la historia de la humanidad, Dios usó a grandes hombres como instrumentos para sus propósitos, hombres que, en la mayor parte de los casos, no tenían ni la menor idea de lo que enfrentaban; sin embargo, Dios les dio no solo el poder de la palabra, sino todas las armas y la valentía suficiente para salir victoriosos en sus campañas. Así vemos a un Moisés que, sin un ejército, solo con su vara y su cayado, se enfrenta al hombre más poderoso de aquellos tiempos, al faraón de Egipto, para liberar al pueblo hebreo de su esclavitud.
Una misión que parecía del todo imposible culminó de manera exitosa, con la valentía de un hombre y el poder de Dios. También vemos a un Josué —a quien se le encomienda la conquista de la tierra prometida, la antigua Filistea, llena de gigantes anacenos que hacían temblar la tierra— conquistar, a sus 80 años, todos los reinos del territorio filisteo con la promesa que Dios le dio de entregarle toda la tierra que pisaren las plantas de sus pies, diciéndole: «Esfuérzate y sé valiente». Lo mismo se le menciona al gran rey David, que derrotó, con tan solo una honda y cinco piedras lisas que llevaba en el bolso, al gigante que hacía temblar al Ejército de Israel; después decapitó al gigante con su propia espada. Así podemos testificar de numerosas hazañas donde grandes hombres de Dios fueron usados para ser grandes líderes de sus pueblos.
Cuando el presidente Bukele asumió el poder, también tuvo que enfrentarse a enormes gigantes: a ese gigante de la corrupción que estaba enquistado en el poder político, acostumbrado a prebendas, a maletines negros, a todo tipo de negociaciones ilícitas que corrompían todos los estratos del Estado; también se le presentó el otro gigante de la oligarquía voraz y depredadora de la economía, que tenía esclavizado a un pueblo condenado a la pobreza, acostumbrado a la evasión de impuestos que ahogaban y sucumbían las arcas financieras del Estado, generando una deuda externa casi impagable; además, tiene que enfrentarse también a una pandemia, la más devastadora de los últimos 100 años, que vino a alterar el orden mundial y a anticipar una inflación económica mundial de grandes proporciones, haciéndose esfuerzos sobrehumanos y estratégicos para sortear los efectos de la pandemia, creando un nuevo sistema de salud y una infraestructura adecuada para proteger a la población de los estragos del virus. Y si como esto no bastara, ha tenido que enfrentarse al más monstruoso de los flagelos: los grupos de pandillas que se convirtieron en grupos delincuenciales criminales que han llevado muerte y violencia a la población, mediante la extorsión, de la cual han sido víctimas todas las personas y los sectores productivos del país, una terrible y perversa herencia que nos dejaron gobiernos anteriores que nunca se atrevieron a hacer una lucha frontal para eliminar este flagelo.
El terrorismo mediático antigubernamental ha sido otro gigante con el que ha tenido que luchar, un terrorismo mediático que solo ha buscado, desde el principio, desprestigiar y desacreditar las acciones del presidente, difundiendo contenido para infligir temor e inseguridad al colectivo imaginario. Claro que hay libertad de expresión, la cuestión es que no se deben usar los medios para transmitir información tergiversada y sobredimensionada con el fin de minimizar los esfuerzos de un Gobierno que está haciendo una lucha casi sobrehumana para llevarle tranquilidad a su población.
El presidente Bukele, desde el inicio de sus funciones, se ha enfrentado de manera valiente, con ideas estratégicas, trabajando 24/7, no escatimando ningún esfuerzo y recursos para salvaguardar a su pueblo de cualquier acecho o incertidumbre que se le presente, y también ha contado en todo momento con un pueblo que apoya todas sus iniciativas, un pueblo volcado y decidido a acompañarlo en su lucha palmo a palmo para derrotar a esos gigantes de la corrupción y de la destrucción, que solo buscan socavar y hundir al país en la pobreza, como lo han tenido en los últimos 200 años.