El Salvador podría estar a las puertas de un acelerado proceso de desarrollo, ante lo cual hay que estar preparados y, como nación, dispuestos a trabajar de manera unánime para conseguirlo. El presidente Nayib Bukele ha dicho que hay estudios que revelan que el país tiene importantes yacimientos de minerales preciosos, como el oro y la plata, pero también de tierras raras y metales escasos, razón por la cual plantea el debate sobre mantener la prohibición de la minería metálica.
En todo el mundo, El Salvador es el único país que prohíbe la explotación minera. Bajo los argumentos de protección ambiental, prohibir la minería tiene sentido solo si se piensa con parámetros del pasado, cuando se utilizaba cianuro y mercurio a destajo y las condiciones en las minas eran precarias y peligrosas.
Sin embargo, la práctica moderna de la minería en países desarrollados garantiza no solo un pequeño impacto ambiental —no se puede decir que nulo, porque toda actividad humana tiene impacto en el medioambiente—, sino que también, con las políticas adecuadas, se generan recursos para preservar las condiciones naturales.
En cuanto al oro, las reservas que tiene El Salvador pueden significar la oportunidad para mejorar las condiciones de vida y la economía de millares de familias que, tras décadas de malos gobiernos y explotación desmedida por parte de unos cuantos, no cuentan con los recursos necesarios.
Para combatir la pobreza y el desempleo es necesario generar riqueza. Un Estado fuerte y responsable, como lo ha demostrado ser El Salvador bajo el Gobierno del presidente Bukele, creará las políticas y normas para generar trabajos honestos y justos para muchas personas, además de garantizar la protección del medioambiente y generar las condiciones para el aprovechamiento colectivo.
Los estudios de exploración también han revelado yacimientos en el país de tierras raras y minerales como el litio, cobalto y níquel. Esto adquiere un inmenso valor en la coyuntura actual, ya que todos ellos son elementos esenciales para la fabricación de artículos de tecnología de punta, como teléfonos celulares, hornos microondas, turbinas eólicas e incluso baterías y motores de vehículos eléctricos.
El Salvador puede cambiar su rol en la economía mundial de ser un mero importador de tecnología a ser proveedor de los insumos para generar todo tipo de artefactos que demanda la sociedad moderna. En el proceso, el dinamismo económico que se genere debe servir para beneficiar a toda la nación.