Las heridas de infancia no son las únicas responsables de la personalidad que pueda desarrollar un adulto, también influye el tipo de apego, es decir, ese vínculo emocional que desarrolló el niño con sus padres o sus cuidadores y de cómo estos cubrieron o no las necesidades que tenía el infante. La función principal del apego es asegurar el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad.
«El apego se configura dentro de los primeros meses de vida, en la gestación, cuando la madre, el padre o el hermanito le empieza a hablar al bebé y está estimulando los lazos afectivos. El apego, posteriormente, se consolidará cuando nazca el bebé con la misma atención o afecto que se le dé», relata la psicóloga Cindy Durán.
Los pequeños que no tuvieron una relación sana con sus padres o cuidadores o, al contrario, experimentaron una relación tóxica tienden a tomar ciertos patrones de conducta que incorporan en sus relaciones en la vida adulta y muchas veces tienen consecuencias negativas.
Los tipos de apego
Para tener una mayor comprensión sobre los diferentes tipos de apegos y las maneras de cómo se pueden manifestar, la psicóloga explica cada uno. Si hay alguna característica con la cual te sientas identificado lo mejor es acudir a un especialista y tratar de equilibrar las emociones.
1. Apego ansioso: Las personas con este tipo de apego tienen una gran dependencia emocional, es decir buscan siempre la validación de un segundo que le ayude a tomar decisiones o a realizar ciertas tareas. Este apego se puede deber porque que durante su niñez hubo demasiada protección o al contrario hubo acciones que lo hicieron creer era débil.
«Un ejemplo sería si la madre desvalida las capacidades de su hijo. Le hace ver que el mundo es muy peligroso y el niño empieza a sentir inseguridades y es muy probable que cada vez que se aleje de casa o de mamá se sienta inseguro. Esos esquemas se quedan programados en el inconsciente y la persona adulta empieza a desarrollar un conjunto de actitudes específicas que se pueden identificar como nerviosismo, una sensación de temor en cada momento o una sensación de miedo cada vez que se separa de la figura donde proviene el afecto», explica la experta.
2. Apego ambivalente: Las personas con este tipo de apego tienden a tener emociones o sentimientos que se balancean en polos opuestos: amor-odio, seguridad-inseguridad, estabilidad-inestabilidad. Esto se puede deber a que en su niñez no tuvo una respuesta inmediata, sino más bien fue inconsciente o tardía.
«En este caso puede que los padres hayan tenido un estilo de crianza donde dieron amor, pero también dieron regaño y mucho castigo. El niño empieza a vincularse de esta forma y a comprender las relaciones interpersonales dentro de una ambivalencia. Esto se puede ver en personas cuando, a veces nos aman y a veces nos odian, a veces nos escriben y a veces ya no quieren saber de nosotros. Representa un desgaste y un deterioro en la autoestima y es muy poco probable que se dé cuenta porque se tiende a normalizar patrones», detalla la psicóloga.
3. Apego evitativo: Las personas con este tipo de apego tienden a tener dificultades para crear conexiones físicas y emocionales con los demás. Tienden a tener un gran sentido de independencia, les cuesta confiar, tienen miedo al compromiso y prefieren pasar en soledad. Se puede deber a que en su niñez sus padres fueron demasiados estrictos, distantes, ausentes o porque le dieron responsabilidades no acordes a su madurez.
«También pasa si de pequeño tuvo una expresión del afecto totalmente nulo y de adulto evita tener esa relación con las emociones porque aprendió que las emociones no eran importantes y las personas van codificando estos sistemas de aprendizaje a un punto donde nuevamente replican el mismo patrón. Pueda que no tengan muy buena empatía con los demás porque tienen poca experiencia con el manejo de las relaciones. Buscan un mecanismo de defensa para la autoprotección emocional. Lo contraproducente es que tampoco permiten sentir buenas emociones placenteras. De tanto que se quieren autoproteger se reprimen», agrega.
4. Apego desorganizado: Las personas con este tipo de apego tienden a tener relaciones inestables ya que no aprendieron a controlar sus emociones. Las contradicciones son de las características más notables. Este apego se puede deber a que en su niñez sufrieron algún trauma o abusos. El infante se convirtió en víctima y aún así necesitaba acercarse a su victimario.
«Es una desorganización al momento de interpretar lo que siente esa persona. No tiene una clarificación de sus emociones. Pueda que no sepa lo que quiere y tiende a confundirse, a no saber lo que busca exactamente y esto puede verse mayormente en personas que tuvieron una infancia muy conflictiva, donde hubo violencia, gritos; pero luego vio que hubo amor. Entonces, es donde se desarrolla un concepto de amor desorganizado», explica la psicóloga.
5. Apego seguro: Es el tipo de apego que se recomienda en la niñez para lograr una adultez serena y sana. Se logra con un lazo afectivo duradero en el tiempo y el espacio donde el responsable esté atento a todas las necesidades que necesita el niño ya que le creará una mejor autoestima, confianza y autonomía a lo largo de su vida. Además, tendrá mejores aptitudes para gestionar sus emociones y creará más seguridad en el infante.
«Este es el apego que todos deberíamos tener. Va a influir partiendo del estilo de crianza y de las primeras experiencias tempranas que se tuvo con los padres y familia. Si hubo amor, atención, cariño, si los padres cubrieron las necesidades básicas como alimentación, techo, vestuario, todo esto va a potencializar la seguridad emocional del niño. ¿Qué pasa si en algún punto, por motivos de trabajo o por separación de pareja no están ambos padres? Todo va a depender de cómo ese padre se relaciona ante estos acontecimientos con el niño», indica.
NO EXISTE LA MEDIA NARANJA
La experta detalla que un individuo debe tener autorrealización propia y no solo en el ámbito profesional, también emocional y psicológico. Así podrá ser una persona plena que no necesitará de alguien más para sentirse completa.
«Hay creencias que se vuelven bastante romántico-idealistas. Se tiende a esperar que el otro me dé algo que yo necesito, es lo que se conoce como “media naranja” porque llena una carencia que hay; pero, ¿qué pasa cuando la media naranja se va? Se lleva todo lo que me hacía falta a mí», indica Durán.
__________________________________________________
Cindy Durán: es psicóloga clínica y catedrática universitaria. Brinda atención de manera presencial y en línea. Puede contactarla por medio de su Instagram psicoduran_ o al número 7613-0030.