El presidente Nayib Bukele, después de un análisis de resultados con el Gabinete de Seguridad, decidió solicitarle a la Asamblea Legislativa mantener vigentes las medidas especiales que han permitido la captura de más de 34,000 pandilleros, lo cual ha repercutido con niveles de seguridad nunca vistos en la historia nacional.
Por esta razón, el Órgano Legislativo, con el voto mayoritario de Nuevas Ideas, decidió aprobar un nuevo régimen de excepción que permita mantener la cruzada nacional para acabar con las pandillas.
La gran mayoría de los salvadoreños —el pueblo honesto, trabajador y decente— se ha mostrado a favor del régimen de excepción precisamente por la seguridad con la que ahora se vive en barrios, colonias, cantones y caseríos, una tranquilidad que había sido robada por los criminales, quienes infundían terror, se llevaban los recursos que les habían costado sudor y esfuerzo a las personas, traficaban con drogas y extorsionaban a los comerciantes.
De acuerdo con la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), más del 80 % de los salvadoreños está de acuerdo con el régimen de excepción. Los resultados se vuelven más valiosos viniendo de una institución que no oculta su oposición al Gobierno del presidente Bukele y que, de hecho, lo ataca continuamente.
Sin embargo, es tan evidente la satisfacción popular con el régimen de excepción que no han tenido más que reconocer unos resultados tan contundentes.
La voz del pueblo se ha expresado desde el momento mismo en que entraron en vigor las medidas que han permitido liberar de criminales las calles, evitando que distribuidores de mercaderías o conductores de autobuses deban pagar extorsiones para circular en determinadas zonas, o que familiares se puedan volver a reunir en lugar de temer ser atacados por el simple hecho de vivir en otra colonia.
Los únicos molestos con el régimen de excepción son los delincuentes y sus aliados, que ahora reclaman el respeto de los derechos de terroristas que asesinaban, mutilaban, violaban y extorsionaban. ¿Cuándo pidieron respeto por los derechos de las víctimas con la misma vehemencia con la que ahora se rasgan las vestiduras porque los reos no comen carne y pollo? ¿Y qué hay de todas las familias a las que los pandilleros dejaron sin comer o les mataron algún miembro?
Esa ansia de justicia, de paz y tranquilidad es el clamor popular que respalda el mantenimiento de las medidas especiales que permitan mantener en la cárcel a los criminales.
El camino es bien claro: construir un país libre de pandillas. Y, por ahora, vamos por el rumbo correcto.