Señores de la UCA, hay acciones equivocadas que pueden echar al traste años de honestidad y buena trayectoria, además de dejar por el suelo la reputación de quien las comete sin tener después la posibilidad de recuperarla.
Las acciones a las que me refiero no son solo esas por las que están siendo señalados, sino a las que ustedes han recurrido para defenderse.
Es triste ver que un educador y guía espiritual arremeta contra una joven diputada solamente porque en el cumplimiento de un mandato que está dentro de su competencia les hizo señalamientos, cuando son ustedes los que siempre han dicho que los funcionarios deben cumplir cada una de sus obligaciones. Por si eso fuera poco, después escuchamos al rector de esa, no sé si todavía prestigiosa, casa de estudios, cuando en una de sus homilías utilizó también el ataque como forma de defensa.
En la fecha conmemorativa de la masacre en ese recinto me pareció ver más firmeza en el señor fiscal al ofrecer justicia para las víctimas que la que vi en ustedes al pedirla. Quizá sea porque últimamente han estado muy cerca, o quizá en contubernio, con esa derecha que incitó para que se cometieran los crímenes y ligados, además, al mismo Rodolfo Párker, que fue un acérrimo defensor de los asesinos.
Lógico, si fue la derecha y Rodolfo Párker quienes levantaron la mano para que ustedes recibieran los fondos por los que están siendo investigados, y, sin embargo, pidieran hoy de forma enérgica justicia contra ellos, se verían, por todo eso, como unos desagradecidos.
Señores de la UCA, no sé si son ustedes como aquellos que decidieron vender sus principios, conciencia y reputación, o si simplemente les pasó lo que a veces pasa en la guerra y en la política, que cuando repentinamente y por decisión propia consideraron que el Gobierno era su adversario; entonces, de forma automática, todos los adversarios del Gobierno pasaron a ser sus aliados, incluyendo a Rodolfo Párker y la derecha, que tanto daño le han hecho al país y a ustedes mismos (no menciono a la izquierda porque la cercanía entre ustedes y ellos nunca estuvo en discusión).
Una cosa es dormir con el enemigo no sabiendo que es el enemigo, pero aquí no es ese el caso: ustedes sí lo sabían, y si lo hicieron por plata es aún peor.
Cuando los veo confabulados con los asesinos de su propia gente, recuerdo las palabras de mi madre cuando me decía: “Se verán cosas”; sin embargo, jamás imaginé que sería de la UCA de donde vería salir a los defensores de corruptos inescrupulosos como los que se robaron las ayudas que venían de Taiwán para la gente que estaba sufriendo los embates de una catástrofe.
Estoy seguro de que justicia habrá, aunque no para ustedes, porque ustedes mismos quizá ya se consideran indemnizados, pero sí para las víctimas y sus familias.
Créanme que hay otras cosas que quisiera decir, pero no lo hago por respeto a los lectores.
Sé que dar consejos de moral a quienes deberían dármelos a mí suena tan contradictorio como si los patos les tiraran a las escopetas, pero ni modo. Así es la vida. No es la primera vez que en la casa de un herrero el cuchillo es de palo.