El maestro Han Byung-Chul en su teoría sobre la desaparición de los rituales expresa: «Los rituales, como acciones simbólicas, crean una comunidad sin comunicación, pues se asientan como significantes que, sin transmitir nada, permiten que una colectividad reconozca en ellos sus señas de identidad». Este planteamiento muestra «in situ» una realidad actual, la comunicación no necesita comunidad para que sea real.
Es decir, hay una comunicación que no necesita comunidad; durante siglos se creyó que la cultura era un aspecto de idiosincrasia propia de un pueblo, de un grupo de personas que, bajo las mismas costumbres, lengua y más, crean una cultura o sociedad. La contradicción presente con la globalización como bandera es que actualmente, sin un mismo territorio y población (elementos propios del Estado), se puede tener comunicación y rituales sin comunidad.
Lo dicho anteriormente es de gran relevancia filosófica y sociológica, es decir, el que haya una comunicación que no necesite comunidad, o sea, un aspecto de identidad colectiva detrás, es, sin duda, algo que debería considerarse en otras áreas que podrían servir de fortaleza y unión entre los pueblos. Claro, la globalización ha permitido que los individuos posean costumbres y características iguales en todas partes, que parece actualmente como un aspecto antropológico de estudio.
Sin embargo, no es nuevo; si se estudia en profundidad el cristianismo y su expansión por el globo terráqueo se encontrará con una doctrina que no necesita comunidad para que haya comunicación. Es decir, el gran éxito de la religión cristiana precisamente es que sus valores trascendentes no se circunscriben a territorio, raza, edad u origen étnico (Gálatas 3:28: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús»).
Por tanto, sea un planteamiento exitoso antiguo o moderno, la realidad es que los rituales y su mensaje han permitido una comunicación expansiva sin importar el tipo de país o cultura; pero es claro que, a nivel de eficacia empresarial, institucional o religiosa, el estudio de este planteamiento del filósofo coreano es de gran impacto, si se quiere logros claros y expansivos. Claro está que su comprensión y uso debe visualizarse y accionarse desde la importancia de una sola comunidad mundial, sin límites de nacionalidad o de estratificación en primer, segundo o tercer mundo.
Es así como lo relevante de tal situación permitirá un mundo más unido, menos separatista por las ideologías absurdas de nacionalismos, etcétera. Asimismo, no se puede obviar que esta globalización de comunicación sin comunidad también implica la destrucción de valores tradicionales en la juventud globalizada y los aspectos de displicencia, apatía y cambio de metas que nuestra juventud ha adquirido voluntariamente (transculturación); pero, aun así, es más la grandeza que la contrariedad negativa.
Lo expuesto con antelación podría describirse de forma negativa, en base con lo dicho por el maestro Jean-François Revel: «La globalización es el chivo expiatorio de los inútiles». Pero insisto, es necesario estudiar en profundidad dicho fenómeno de la comunicación sin comunidad, de tal suerte que se pueda sopesar y comparar las grandezas de la globalización comunicacional y el desastre que también ocasiona una homogenización del ser, siendo diverso y distinto en su pensar y hacer. Por lo pronto, solo queda expresar junto con Han Byung-Chul este nuevo simbolismo universal que crea la oportunidad de un ser en todos y para todos.