En cierta ocasión tuve la intención de visitar la Biblioteca Nacional. Sin lectura predeterminada quería explorar el vasto mundo de su enriquecedora historia, literatura clásica, poesía, entre otros, que reúnen los libros que allí se resguardan. Recuerdo haber llegado hasta la recepción. Primero debía especificar qué es lo que buscaba, sobre qué tema, autor o libro en específico. Intenté en vano exponerles mi anhelo exploratorio. Entonces, me preguntaron ¿cuál era el fin? ¿Qué institución u organización los visitaba? Luego, no recuerdo si fue algo referente a la documentación, pero todo esto fue de una manera casi hostil. En resumen, me resigné a no ingresar.
Cabe recalcar, sí lo he hecho en calidad de escritor buscando información al respecto del ISBN (International Standard Book Number). Demás está decir que la Biblioteca no poseía acceso a wi-fi, que seguía manejando el sistema obsoleto de búsqueda por fichas (escritas a mano), sin mencionar lo engorroso que se volvía esto si no se tenía específico el título o autor de la búsqueda. Y como cereza en el pastel, la mala atención del personal al parecer de ese sector de empleados públicos que se jubilan pero que siguen ocupando una plaza recibiendo su salario y su pensión por el simple hecho de ocupar una plaza.
En contraste, he sido usuario y lector asiduo en la Biblioteca Municipal de San Salvador desde que se instauró en el Mercado Cuscatlán. En primer lugar, cuenta con unas instalaciones muy modernas, su diseño es adecuado para que la estancia en dicho lugar sea placentera. Su catálogo no es tan amplio; sin embargo, allí podemos encontrar desde literatura clásica, colección de autores, poesía de autores nacionales como extranjeros, ciencia ficción, libros de motivación, novelas juveniles, literatura infantil hasta cómics en su mayoría en inglés. Cualquier persona puede ingresar sin mayor restricción que las medidas de bioseguridad a la que nos sometemos en la mayoría de los lugares. Y de depositar sus mochilas, si es que cargan. Por lo demás, los visitantes pueden acceder a cualquier libro con solo tomarlo, sentarse a leerlo sin ningún tipo de registro en diferentes tipos de muebles adecuados para ese propósito. Si se quiere cambiar de libro, basta con colocarlo en su lugar y buscar la lectura siguiente. La biblioteca cuenta con aire acondicionado, acceso abierto a wi-fi, para que sus visitantes lleven sus laptops o conectarse desde sus celulares, y si no, también la biblioteca cuenta con computadoras muy modernas para los usuarios.
Traigo a colación esto porque al demoler el antiguo edificio de la Biblioteca Nacional Francisco Gavidia se está demoliendo su sistema obsoleto. Espero que se brinde acceso a internet, que permita el uso de modernas computadoras, que exista un cambio generacional en el personal para que, lejos de que suceda lo que narré al inicio de este artículo, invite, incite, motive no solo a estudiantes, sino a todo salvadoreño a visitar el lugar y leer en un país en el que tanta falta nos hace.