Hay muchos casos en los que existe una cebra y una pasarela en el mismo punto. Otras veces solo la cebra, o solo la pasarela. En cualquiera de los casos, parece que los conductores no están informados de cuál debe ser su actitud en cada caso y nosotros, peatones, creemos que ambas señales significan para el conductor que debe pararse. Incluso a veces está la pasarela, la cebra y un semáforo. Pero siempre hay una alternativa de paso para los conductores que cierran el paso del peatón, aunque haya varias posibilidades.
Para variar, además de esas tres alternativas también hay agentes de Tránsito dando las órdenes a los conductores en función del tráfico en el cruce y estos, para cumplir sus órdenes de descargar las congestiones de vehículos, obvian las necesidades y la seguridad de los peatones, que les urge cruzar la calle o avenida. Es muy clara esta situación en muchas esquinas de El Salvador. Es decir, ocurre en innumerables cruces altamente peligrosos para los peatones en San Salvador.
Son situaciones peligrosas para todos los transeúntes, pero en especial para las personas de la tercera edad o con problemas cardiovasculares, o incluso con atrofias de cualquier género, o artrosis en las caderas o rodillas, lisiados con muletas o prótesis, invidentes, asma crónica, que les impiden utilizar las pasarelas por sus limitaciones a los esfuerzos de subir escaleras.
Asimismo, cruzar esos puntos en que los conductores asumen que una cebra les da autorización expedita a tirarle el auto encima a cualquier ser humano, o que por sus limitaciones no cruce con prisa o no obedezca alguna de esas tres o hasta cuatro señales: agente de tránsito, cebra, pasarela o semáforo.
Vi en Costa Rica, por ejemplo, los semáforos peatonales: en la esquina tienen un botón que presiona un invidente y se escucha al otro extremo el sonido de una especie de ave que detiene el tráfico, además de luz verde, y el invidente o lisiado pasa con seguridad. Los conductores están atentos a esa señal. En Montreal pude apreciar en esos cruces siempre que un agente del tránsito se ofrece a llevar del brazo a un peatón de la tercera edad o con esas dificultades.
Todos sabemos que nuestro Gobierno se empeña en transformar nuestro país en primermundista, porque lo merecemos. Hay una entre mil soluciones que podrían dignificar a las personas de la tercera edad en su tránsito por la ciudad.
Estoy cansado de escuchar los gritos e improperios que me gritan los conductores: «¡Viejo… Hijo de… no ves la pasarela!». Y de largo casi me aplastan. Pero nadie les ha dicho, por ejemplo, que en unos casos el peatón tiene problemas cardiovasculares y que otros tienen otras deficiencias que no les permiten esas escalas, o fobia a las alturas, por ejemplo; o que transporta una carga en sus brazos, o un niño, o tiene otras deficiencias físicas… Y claro, como decía, en esos sitios hay cebras, semáforos y pasarela, pero cuando el semáforo está en rojo para una avenida resulta que está en verde para los que cruzan.
Así que no hay alternativas para la persona de tercera edad que no puede subir la pasarela: o la atropellan, o sube y le da un infarto. De paso, hay avenidas tan anchas que con costos podemos atravesar en los dos minutos que nos permite un semáforo. Pues no podemos correr. Entonces, para quienes hacen las leyes del tránsito deben considerar estos casos, pensar en el ser humano y fundamentalmente en el peatón adulto mayor o con problemas de discapacidad.
Entonces, mis estimados de la ley del tránsito, ¿qué podemos hacer para que todos podamos sobrevivir al tráfico endemoniado que no ha sido pensado para la gente de tercera o hasta de cuarta edad, con derechos humanos de transitar a pie?
Muchas pasarelas construidas en calles y carreteras que no se usan han sido solo por negocio. Pero fundamentalmente en el casco de la ciudad debe haber un racional servicio de tránsito para los que andamos a pie, y que somos por cierto las grandes mayorías.