Cada 10 de septiembre, el mundo conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Sin embargo, en el día a día, el suicidio sigue siendo un tema del que muy pocos se atreven a hablar, pero que afecta a muchos, sobre todo, en un contexto social como el de los últimos años, donde la humanidad ha vivido situaciones extremas que han vulnerado nuestra salud mental.
Según los diccionarios clínicos, el suicidio es una forma de autoagresión en la que una persona busca acabar con su vida, utilizando esto como un escape de su realidad ante situaciones de gran estrés o una inestabilidad psicológica provocada por diversos factores. El suicidio tiene implicaciones físicas, pero, también, puede ser el resultado de un trauma o una situación de extremo estrés que no se haya manejado adecuadamente.
Para Carlos Marcel Weil, psicólogo y docente universitario, es importante conocer más acerca del suicidio y de todos los componentes que pueden combinarse y afectar la salud mental y emocional de una persona, a tal grado de llevarlo a este trágico y fatídico final. Para Weil, todo pasa por una mejor comprensión de este fenómeno y una aceptación del tema como parte de la vida cotidiana y no como algo tabú.
¿Cómo saber si una persona tiene una tendencia al suicidio?
Weil explica que el suicidio «un mal relacionado con la salud mental que tiene un gran impacto en el bienestar psicológico personal y familiar y que puede ser el resultado de diversos aspectos». «Hay algunos aspectos estadísticos y demográficos que, a lo largo de los años, han permitido establecer patrones para la detección de una persona con posibles tendencias suicidas», señala.
«En América Latina han estado presente históricamente diversos aspectos a considerar. Por ejemplo, el sexo masculino es el que tiene mayor tendencia al suicidio. Además, existen antecedentes de enfermedades mentales, trastornos de personalidad o alguna sintomatología psiquiátrica como la depresión, los trastornos bipolares y los de personalidad, el abuso de sustancias u otros padecimientos que pueden ser propicios para una conducta suicida», explica.
Weil señala que «estos factores hacen que una persona pueda estar expuesta o tenga conductas de riesgos», sin embargo, asegura que estos condicionamientos, muchas veces, se combinan con otras circunstancias que pueden potencializar sus nocivos efectos a la salud física, mental y emocional.
«Si estos antecedentes se combinan con problemas de inestabilidad emocional, laboral, o económica, con hechos de violencia o situaciones de fuerte estrés o aislamiento físico o emocional, como el vivido en la pandemia, pueden convertirse en situaciones donde la persona puede dar indicios muy sutiles sobre el suicidio o ideas claramente suicidas que pueda experimentar», explica.
Weil señala que las expresiones de ideas suicidas no siempre se dan de forma explícita, por lo que siempre es clave prestar atención a las señales que da en su comportamiento o al mismo contexto de vida que enfrenta, ya que una situación de estrés puede derivar en un intento suicida cuando la persona busque desesperadamente escapar de su realidad. Para Weil, no se debe tomar a la ligera ninguna señal de posible suicido, expresada en palabras o vista a través de las acciones.
«En algunas ocasiones, una persona puede expresar estas ideas suicidas de forma aislada, por lo que hay que prestar atención a cualquiera de estas señales que pudieran interpretarse como indicadores de una tendencia suicida», enfatiza.
Necesidad de mayor atención a la salud mental
Para Weil, «en nuestra sociedad es importante tener un registro y una verdadera atención a la salud mental que permitan tener estos antecedentes mucho más claros para que el profesional de la salud mental pueda orientar su tratamiento a la prevención de ideas suicidas».
«El haber tenido traumas severos o situaciones de violencia pueden convertirse en condiciones de riesgo que, en un futuro, combinadas con otros antecedentes, podrían convertirse en un elemento de potencial conducta suicida. Por ello, es importante no minimizar, no subestimar cualquier señal relativa a una persona con baja autoestima o con tendencias suicidas, con elementos de poca valoración personal, o a jóvenes que han sufrido bullying, ya sea en internet o en la interacción escolar», añade.
Weil expresa que «los centros educativos pueden ser grandes protagonistas en la prevención del suicidio erradicando estas conductas de exposición, pero también promoviendo y sensibilizando a los padres de familia y a los mismos jóvenes sobre las consecuencias de este tipo de situaciones, las cuales pueden alterar por completo la dinámica de una familia, quienes a veces, de forma dramática, son los últimos en enterarse de las conductas de riesgo que sufrían los jóvenes».
Finalmente, para el experto, «lo más importante es educar, es desmitificar ese tema, sacarlo del tabú que tiene y llevarlo a estos grandes contextos: escuelas, centros educativos, la familia misma a través de las diferentes canales y medios de educación, valores y salud pública».
«La estadística, lamentablemente, no es favorable. La pandemia, como sabemos, generó o exacerbó estas condiciones, por lo tanto, debemos ser bastantes cuidadosos, sobre todo, quienes conviven con personas con baja autoestima o que tienen antecedentes de abuso de sustancias o de padecimientos mentales. También con quienes estén experimentando un fuerte estrés laboral, económico o familiar. A veces, una de esas señales aisladas puede ser la punta del iceberg que nos indica que hay que tomar acciones», comenta.
Para Weil, la atención profesional es importante, pero, también, el apoyo familiar y los vínculos de amistad y de fraternidad pueden ser un arma para prevenir una conducta suicida. «No podemos menospreciar el valor de una mano amiga, que puede ser clave para que una persona pueda sobrellevar el estrés que lo abruma y también puede ser la clave para guiar a la persona a un centro asistencial, a una clínica psicológica oportuna», señala.
Según los datos de la OMS, cada año se suicidan cerca de 703,000 personas en todo el mundo. Un aspecto particular es que, en la mayoría de los casos, el suicidio es el punto final a una historia marcada por tragedias que afectan a familias, comunidades y países enteros y que dejan marcas en la vida emocional de quienes terminan por suicidarse.
La OMS también señala que, en 2019, el suicidio fue la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años en todo el mundo. Además, la institución deja también un dato importante a considerar: los suicidios no solo suceden en países de altos ingresos, ya que más del 77 % de los suicidios ocurridos en 2019 tuvieron lugar en países de ingresos bajos y medianos.