Una serie de suicidios alarmó a un pueblo indígena y remoto de la Amazonía colombiana. Aterrados, los chamanes impusieron una cuarentena sin alcohol, fútbol, ni música en un intento por salvar la vida de los jóvenes, las principales víctimas.
«Yo acepté, porque me pasó a mí. Yo perdí a mi hijo, el único hijo que yo tenía», lamenta el chamán Iván Angarita (40 años) en conversación con la AFP.
La noche del 5 de septiembre los indígenas tikuna de Arara organizaron un ritual con tabaco, que se extendió hasta la madrugada, para expulsar los malos espíritus.
La semana anterior una muchacha y un chamán se quitaron la vida uno tras otro.
Los líderes espirituales y políticos impusieron entonces una «dieta» entre los 1.200 habitantes. Durante 20 días se restringieron las distracciones «occidentales» para frenar los suicidios, de los cuales no hay un registro oficial.
Iván recuerda que su hijo falleció a los 18 años y fue uno más de tantos jóvenes: «Un día domingo él encontró a los malos espíritus, al día siguiente lo encontraron allá colgado en una rama», comenta sentado junto a otros chamanes en la maloca, el principal centro de reunión comunitario.
En la Amazonia colombiana, donde los pueblos originarios son mayoría (58%), la tasa de suicidio en 2021 fue de 9,87 por 100,000 habitantes mientras que el promedio nacional fue de 5,71, según la autoridad forense.
Investigaciones científicas han evidenciado un fenómeno similar en países como Brasil, Perú y Guyana francesa.
Pérdida de tradiciones, discriminación en las ciudades, falta de oportunidades y entornos violentos sumen en la depresión a los jóvenes, coinciden expertos.
«Los jóvenes se nos están yendo (…) Se ahorcan, se disparan, se envenenan y ellos mueren de esa manera porque no encuentran una salida», sostiene Loida Ángel Ruiz (53), una profesora tikuna de San Martín de Amacayacu, otro pueblo amazónico colombiano afectado por los suicidios.