Apartir de la base de datos de los censos de población podemos identificar lo densamente poblado que el país se encuentra en relación con la cantidad de espacio territorial. Este crecimiento se observa en la natalidad de salvadoreños, que tiene un índice de más del 18 % y una mortalidad del 7 % (2018), tendencia con una leve diferencia en la pandemia. Que cada año tengamos un estimado de 25,000 salvadoreños más en nuestro país ambientalmente es un golpe directo que requiere atención en el cambio de uso de suelo para poder cubrir la demanda de la población, tanto agrícola, de vivienda y de otras necesidades que se puedan requerir, como turismo, carreteras y otras infraestructuras.
Debido a la alta presión que representa una alta densidad poblacional, la calidad de los recursos cada vez se ve más afectada, la contaminación ambiental —acústica, sólida, hídrica, lumínica, atmosférica, visual, térmica— está relacionada directamente con la población humana, trayendo consigo un verdadero desafío no solo para la gestión en el uso de suelo, sino en la orientación de las políticas públicas que muchas veces nacen y no consideran la variable del crecimiento poblacional, basándose en datos que no responden al crecimiento de la población a futuro.
En un país en donde la capacidad adquisitiva de gran porcentaje de la población está por debajo de satisfacción plena para cubrir la canasta básica alimenticia, el elevado costo de una vivienda digna y la oportunidad de acceso a la educación, una buena salud, una buena calidad de servicio público y de accesos de necesidades básicas se dificulta.
El tema poblacional es sin duda uno de los más controversiales a tocar, por múltiples factores y posturas políticas, religiosas, conservacionistas o liberales, pero sin duda es uno de los temas en que se debe concienciar y trabajar a mediano plazo; la capacidad de recursos es limitado. Además de los efectos del cambio climático, el estrés hídrico y la disponibilidad de la vivienda en el país influyen en que sacrifiquemos y hagamos más uso de recursos en los bosques y en nuestros ríos, que provocan un efecto dominó que repercute en el aumento de la vulnerabilidad de ciertos sectores poblacionales.
Las propuestas de nación deben enfocarse en un cambio en el sistema, desde el enfoque multidisciplinario, tanto económico, territorial, agrícola, ambiental y político, por mencionar algunos. Se hace necesaria la construcción de las viviendas verticales de bajo costo, siempre considerando la alta actividad sísmica que presenta nuestra región. Las políticas públicas deben encaminarse en las diferentes propuestas para la búsqueda del desarrollo sostenible, como discutir más seriamente la educación sexual, la cual nace como una propuesta necesaria para amortiguar y preparar a la siguiente generación en este tema que aún es tabú en nuestro país; la educación ambiental, la cual debe enfocarse en la conservación de la naturaleza y las especies, así como en la reducción de contaminantes y el aprovechamiento de los recursos energéticos.
Nuestra realidad amerita una verdadera inclusión de la sociedad civil; sin ella, toda propuesta política no surtirá efecto, por lo que trabajar en la educación con vista al futuro debe ser una de las más grandes prioridades de nuestra época, pero tengamos en cuenta que sin concienciación y respeto a nuestro entorno no importará cuántos seamos, el verdadero problema siempre será cómo utilizamos los recursos que aún nos quedan.