La propuesta de Ley de Agentes Extranjeros se inspira en legislaciones similares utilizadas por países desarrollados precisamente para evitar que los intereses de personas de otras naciones influyan en la opinión pública nacional de manera artificial. En otras palabras, hay procesos sociales y culturales genuinos, como el deseo de cambio y transformación que llevó al presidente Nayib Bukele a derrotar en las urnas a ARENA y al FMLN al convertirse en la opción para parar 30 años de saqueos, corrupción y decepciones.
Nadie puede achacar a intereses extranjeros la pérdida del poder de los grupos políticos tradicionales. Al contrario, muchos de los que apoyaron desde el exterior este mecanismo corrupto de manejo de la política salvadoreña se preocuparon porque habían dejado de tener incidencia y empezaron a organizar esfuerzos para recuperar lo perdido.
La transformación que vive el país desde febrero de 2019, cuando millones de salvadoreños decidieron escribir una nueva historia de El Salvador, es imparable y conlleva la recuperación de instituciones que tradicionalmente estuvieron al servicio de ARENA-FMLN para que estén en función de los intereses ciudadanos. Y los salvadoreños volvieron a expresarse contundentemente en las urnas para renovar de tajo la Asamblea Legislativa, lo que ha permitido la conjugación de poderes para los verdaderos cambios estructurales.
Es precisamente esa marea imparable de cambios la que hizo que los aliados de ARENA y el FMLN buscaran revertirlos. Y empezaron a pagar para que pareciera que en las redes sociales se gestaba un movimiento de rebelión contra el Gobierno, contrataron buses para movilizar a los supuestos inconformes (que resultaron ser personas acarreadas a la capital con engaños) y se dedicaron a arengar, atacar y difamar. Todo resultó ser un cascarón vacío que reveló la dimensión de los propósitos de los que pagaron a los operadores locales.
Al mismo tiempo, se empezó a querer comprar la voluntad de diputados de la bancada de Nuevas Ideas para tratar de disolver, por medio de la corrupción y prebendas, la mayoría democráticamente electa, todo en función de aquellos que desde el exterior vieron truncados sus planes de control y entendimiento con sus anteriores peones.
Viendo lo visto, ¿no es acaso natural y lógico que el Estado salvadoreño busque protegerse de los dineros que vienen del extranjero para desestabilizar el proceso de transformación nacional? No se trata de impedir que ONG y fundaciones con labor social frenen sus acciones. Simple y sencillamente se busca proteger al Estado. Eso sí: aquel que tiene intactos sus principios, alejado de los lujos y megasalarios provenientes de fondos extranjeros, seguirá opinando igual y su crítica seguirá siendo válida.