En la ruta a 2024 deambulan ya zombis políticos que portan disfraces de todo tipo de personajes al fiel estilo Halloween. Usan máscaras de defensores de derechos humanos, de políticos honestos, de protectores de ciudadanos, de «verdaderos periodistas», de dechados de pulcritud y honradez; en fin, la diversidad es espantosa.
Sin duda, Hollywood tiene material en El Salvador para escenificar la mejor película de terror político, con actores reales y siniestros.
Dos de los más reconocidos muertos vivientes y sus engendros han sometido al país a una campaña electoral bastante adelantada. Sus espantos rojos y tricolores tienen su mirada fija en el palacio legislativo, pues es lo único que creen que pueden asaltar. Otros, experimentos de laboratorio como salidos de la escritura de Mary Wollstonecraft Shelley, creen que pueden reciclar conceptos de libros tenebrosos, como «una nueva izquierda», «centroizquierda», «nueva derecha» o «fuerzas» solitarias.
La oferta tenebrosa circula por varios sitios digitales, escritos tradicionales e incluso encontrando espacio en pantallas, micrófonos radiales y hasta en púlpitos de mercaderes de religión.
La baba se les cae cuando más de algún iluminado que se considera «ganador por default» sale con sandeces por el simple hecho de ganar cámaras o cinco minutos de fama «hollywoodense», empujados por asesores de pacotilla que les venden oropel por oro.
Los 16 meses que faltan para las elecciones serán de horror, de mentiras, de acciones desesperadas, en una guerra encarnizada por recuperar curules que mantuvieron por 30 años. Ese tiempo se les hace eterno a los opositores al gobierno.
Pero hay algo que reconozco de los rojos, tricolores y de sus apéndices: están clarísimos en que contra el presidente Nayib Bukele, el mejor mandatario de América y aclamado por ciudadanos de varios países, no tienen oportunidad. Esa es y será su pesadilla.
Es que Nayib tiene la aprobación total de su pueblo, que quiere mantenerlo en la silla de las decisiones país. Como lo expresé en mi columna anterior, las encuestas, todas, reafirman su liderazgo arrasador.
Esas mismas encuestas también anticipan que los salvadoreños acabarán de una vez por todas con los muertos vivientes: ARENA y el FMLN no pasan del 2 % de preferencias ni en sus propios sondeos. Los ciudadanos rompieron con la corrupción y la delincuencia de 30 años de areneros y frentudos y no quieren volver a esos años de oscuridad.
Mientras, respaldan a su presidente, quien ha hecho su parte: luchar por contener los flagelos de la crisis económica mundial tomando medidas en favor de los salvadoreños, enviar leyes en beneficio de todos, devolver el empleo, la salud y la educación, así como la seguridad, a pesar de la macabra oposición de periodistas, ONG y personajes injerencistas, todos protectores de criminales.
Ante el escenario político montado por los tenebrosos está prohibido bajar la guardia o equivocarse. Se debe acompañar palmo a palmo al jinete ganador para continuar con la transformación del país. Cambiar la historia requiere más de cinco años y no hay que desmayar. Es cuestión de valientes con sentido común.
El trabajo por la gente debe continuar. Si hay que sacudir cabeza, hay que hacerlo. Hay que cerrar filas. El único interés que debe privar es el de servir al pueblo salvadoreño. Esa es la única clave. Hay que entender que el pueblo no quiere retroceder.
Dejemos que la oposición siga viviendo en su terror político, que se enmarañe en el más allá de sus perversos intereses. El pueblo se encargará de sepultarlos.